Viernes Santo 2020

Publicado: April 10, 2020

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Casa de Formación en Little Rock el Viernes 10 de abril de 2020.


Obispo Taylor

Cada vez que oramos, es importante comenzar por recoger los pensamientos y ubicarnos conscientemente en la presencia de Dios. De lo contrario, la oración puede degenerar en una simple rutina piadosa. Mi método es de comenzar con una meditación de aproximadamente 5 minutos, sobre el Padre Nuestro.

Después de todo, cuando los discípulos de Jesús preguntaron cómo orar, esta fue su respuesta. Recientemente, la frase "santificado sea tu nombre" me ha surgido como una especie de eje alrededor del cual gira el resto de mi oración, especialmente en este momento de la pandemia de COVID-19 y hoy mientras acompañamos a Jesús al Calvario.

Hace años, me dijeron que estaba bien, incluso saludable, enojarse con Dios a veces. Enojado por las oraciones sin respuesta. Enojado por la adversidad. Más recientemente, el Señor me ha revelado que este era un consejo muy malo. La ira implica que Dios nos debe algo que no ha entregado. La ira exalta nuestra voluntad sobre la de Dios y ciertamente no "santifica" su nombre.

Incluso la enfermedad y la muerte se convierten en una bendición cuando se adoptan con una actitud que santifica el nombre de Dios.

El Viernes Santo descubrimos que la cruz es salvífica, incluidas las cruces en nuestras propias vidas, ¿qué causa hay para ira allí? Si Jesús, que no tiene pecado, abrazó la cruz con amor sacrificial, ¿quiénes somos nosotros para resentir las adversidades con las que Dios considera conveniente bendecirnos? ¿Cómo podría el resentimiento santificar el nombre de Dios?

Pedimos nuestro pan de cada día, todo lo que necesitamos, que no es todo lo que deseamos. Pedimos ser liberados del mal, pero solo Dios sabe lo que es realmente mejor para nosotros, por lo que nos ofendemos cuando a veces Dios usa la adversidad para disciplinarnos y / o abrir nuestros ojos para ver las cosas desde su perspectiva, todo para nuestro propio bien final. Incluso la enfermedad y la muerte se convierten en una bendición cuando se adoptan con una actitud que santifica el nombre de Dios.

Él es el maestro; nosotros somos sus siervos. Es por eso que cuando la gente me pregunta sobre planes futuros, digo a menudo “si Dios quiere” o “primero Dios,” lo que me recuerda que la voluntad de Dios — aun las cosas difíciles — viene primero. Jesús nos muestra hoy lo que realmente significa santificar el nombre de Dios.