6º Domingo Pascua, Año A

Publicado: May 17, 2020

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Casa de Formación en Little Rock el domino 17 de mayo de 2020.


Obispo Taylor

La obediencia no es lo mismo que la sumisión. La sumisión es simplemente hacer lo que se exige. Obediencia significa hacerlo de buena gana, con una buena actitud. La "obediencia" proviene de la palabra latina para "escuchar," lo que es más que solo oír.

Escuchar es cuando tomamos en serio lo que oímos; por eso la obediencia requiere que se lo haga de corazón. Para algunas cosas, como pagar impuestos, el mero cumplimiento es suficiente, pero eso no es suficiente para nuestra relación con Dios. Dios quiere obediencia ... desde el corazón.

En el Evangelio de hoy, Jesús dice: "Si me amas, guardarás (es decir, obedecerás) mis mandamientos."

Estamos agradecidos de poder reanudar la celebración pública de la misa, aun de manera limitada y aunque no nos gustan muchas las restricciones con las que actualmente tenemos que obedecer, pues estos son, de hecho, el costo del amor abnegado.

La dificultad es que en el concreto obedecemos a Dios solo cuando escuchamos de corazón también a aquellos que tienen autoridad sobre nosotros. Cuando fui ordenado, prometí obedecer al obispo, quien, me gustara o no, algún día me transferiría a otra parroquia.

Cada vez que llegaba ese momento, no era fácil para mí dejar a las personas que había llegado a amar, pero siempre intenté obedecerlo con una buena actitud, desde el corazón. El Cuarto Mandamiento requiere que honremos a nuestros padres, por lo que los niños y los jóvenes están obligados a obedecer a sus padres de buena gana, con una buena actitud y sin comentarios negativos. Pero esta obligación de honrar a nuestros padres no termina cuando llegamos a ser adultos, aunque ahora no tenemos la misma obligación de hacer todo lo que mandan.

Honrarlos como adultos significa tratarlos con respeto, incluso cuando son inconvenientes o manipuladores o irrazonables, incluso cuando sus mentes comienzan a fallar; falta de amabilidad hacia los padres los deshonra y viola el Cuarto Mandamiento.

Lo mismo sucede en el matrimonio. Cuando te casaste, le dijiste a tu cónyuge: “prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida.".

Amar y honrar a su esposo significa tratarlo con respeto, incluso cuando no saben de qué están hablando. Significa permanecer fiel por obediencia a tus votos, incluso cuando el otro no lo es, e incluso cuando aparece otra persona más atrayente en su vida.

Prometiste ser fiel también en los momentos malos y, aparte de las situaciones de violencia doméstica, cualquier cosa menos que el amor abnegado y una buena actitud, simplemente no es lo suficientemente para Dios. La razón por la cual el sacerdocio y el matrimonio son sacramentos es que ambos incluyen una participación en la cruz de Cristo, y por eso hacemos votos por los malos tiempos y los buenos.

Votos que a veces nos pedirán más abnegación y humildad de lo que imaginamos ese día cuando nos paramos frente al altar e hicimos nuestros votos de por vida. En esto no tenemos mejor ejemplo que lo del mismo Jesús.

Este fin de semana, por primera vez en más de 40 días, se celebra la misa públicamente en la mayoría de las parroquias de la diócesis. Este ha sido un tiempo difícil y la amenaza COVID-19 todavía está con nosotros. Pero estamos agradecidos de poder reanudar la celebración pública de la misa, aun de manera limitada y aunque no nos gustan muchas las restricciones con las que actualmente tenemos que obedecer, pues estos son, de hecho, el costo del amor abnegado.

Mascarillas, distanciamiento físico, trabajo desde la casa si todavía tenemos trabajo, y solo el 25 por ciento de ocupación en los edificios de nuestra Iglesia: Si simplemente cumplimos con estas limitaciones a regañadientes, perdemos la oportunidad de crecer en el Señor. Él quiere que hagamos estos sacrificios por amor, por preocupación por los más vulnerables entre nosotros.

Es posible que personalmente no estemos en un grupo de alto riesgo, pero obedecer a Jesús significa que no pensamos solo en nosotros mismos. Llevamos esa mascarilla por amor porque no queremos ser un vector de infección para otras personas que corren un gran riesgo.

En el Evangelio de hoy, Jesús dice: "si me amas, guardarás mis mandamientos" y la raíz de todos sus mandamientos es el amor abnegado. En estos días de COVID-19, ¡ese es el misterio de la cruz!


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