Vigilia Pascual 2020

Publicado: April 11, 2020

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Casa de Formación en Little Rock el sábado 11 de abril de 2020.


Obispo Taylor

Hace unas semanas, el 27 de marzo, el Papa Francisco ofreció a los católicos de todo el mundo una hora especial de oración que se llevó a cabo en una tormenta, justo en frente de la basílica de San Pedro. Basó su reflexión en la historia de una tormenta calmada en el Evangelio de Marcos: una tormenta estalló en el Mar de Galilea, los discípulos tenían miedo, Jesús estaba durmiendo, lo despertaron, él criticó su falta de fe y luego él calmó la tormenta.

Y, por supuesto, es obvio como este pasaje de hace 2,000 años habla muy claramente a nuestra realidad hoy. La tormenta de COVID-19 es una amenaza muy peligrosa y tenemos miedo, pero hay una diferencia: nosotros somos los que tenemos que despertar, no Jesús. Y no solo a la amenaza del coronavirus. Creo que Dios sacará muchas bendiciones de esta crisis si lo dejamos.

El Papa enumera muchas áreas donde nosotros estamos ciegos a otras amenazas que son aun más graves, si no tan inmediatas, que el virus COVID-19 que hace tanto daño en este momento. Mientras nos reunimos esta noche para celebrar la resurrección de Jesús y nuestra participación en su victoria, proclamamos que ¡Jesús no está dormido!  Él ha despertado de la muerte, y ahora desafía nuestra falta de fe, incluso mientras renovamos nuestras promesas bautismales en esta Misa.

¿Realmente creemos que Jesús resucitó de los muertos y, más fundamentalmente, que al poner nuestra fe, nuestra confianza en él, al hacer las cosas a su manera, podemos compartir su victoria? ¿Incluso cuando significa "pasar por el valle de la sombra de la muerte?”

Si este fuera un año normal, nos habríamos reunido afuera en la oscuridad y procedido a encender un fuego y desde ese fuego el cirio pascual, que es un símbolo de la resurrección y da testimonio al hecho de que la luz es más poderosa que la oscuridad--cualquier oscuridad, cualquier tormenta, incluida esta pandemia que tanto nos ha llenado de ansiedad para el futuro.

Recordamos que el Viernes Santo el mal hizo su peor, en este caso no una tormenta de lluvia o una enfermedad mortal que amenaza a todo el planeta, sino algo mucho peor: la malicia humana. Los fenómenos naturales pueden hacer mucho daño y causarnos mucho dolor, preocupación y miedo, pero no destruyen el alma de la misma manera que lo hace la malicia humana.

Pero aun así, al igual que con los hombres salvados de la tormenta por Jesús ese día, Dios usa estas amenazas, tanto las amenazas naturales como las amenazas humanas, para sacudirnos y hacernos preguntarnos en qué realmente ponemos nuestra fe, nuestra confianza — como lo demuestra no solo lo que decimos, sino más bien lo que hacemos, los criterios que usamos para tomar nuestras decisiones.

¿Realmente creemos que Jesús resucitó de los muertos y, más fundamentalmente, que al poner nuestra fe, nuestra confianza en él, al hacer las cosas a su manera, podemos compartir su victoria? ¿Incluso cuando significa "pasar por el valle de la sombra de la muerte?”

Tú y yo estamos experimentando algo muy nuevo en nuestras vidas, un momento en que se nos ha quitado nuestras seguridades mundanas. El Papa Francisco elabora las palabras de Jesús «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» de esta manera. Él dice: “El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza.

"Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar.

"El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor.”