Martes, 27ª Semana, Tiempo Ordinario, Ciclo I

Publicado: October 10, 2017

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Escuela de Teología del Sagrado Corazón en Hales Corners, Wisconsin el martes de 10 de octubre de 2017.


Obispo Taylor

Karl Marx describió la religión como el opio de los pueblos; una droga que sedaba al pueblo oprimido prometiéndole futuras recompensas por haber soportado sus actuales circunstancias intolerantes.

Marx se oponía a la religión porque los poderosos se la utilizaban para mantener al pueblo bajo su control. No tienes que ser un comunista para ver que la religión a menudo se utiliza para lograr objetivos que no tienen que ver con la religión. Vemos esto en la política norteamericana actual, pero esa una homilía para otro día.

Esto también es cierto en nuestras relaciones con los demás. En el Evangelio de hoy Marta invita a Jesús a su casa, la cual compartía con María de Betania, y luego en su afán de tratar de ser una buena anfitriona, hace una jugada, una movida ventajosa con el fin de poner a María en su lugar.

Dios no tiene nietos, sólo hijos. La fe se transmite, pero no se hereda; nadie la adquiere así no más. Jesús quiere que lo conozcamos nosotros mismos y lo haremos sentándonos a sus pies como lo hizo María, escuchando sus palabras.

La actitud de aquel entonces era que sólo los hombres hablaban sobre la teología; el lugar de las mujeres estaba en la cocina. Así que cuando Marta le pide a Jesús que le diga a su hermana que le ayude, lo que ella quiere es que Jesús utilice su autoridad religiosa para hacer que María se levante y regrese para la cocina donde pertenece.

Pero Jesús no cae en su juego. Él dice: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria”. ¿A quién le importa lo que sucede en la cocina? Estamos aquí hablando sobre el Reino de Dios y no puedes dejar de participar en tu vida religiosa dejándola encargada a los hombres.

Necesitas comprender y creer por ti misma. María ha “escogido la mejor parte y nadie se la quitará”. ¡Y ahí lo tienen! Dios no tiene nietos, sólo hijos. La fe se transmite, pero no se hereda; nadie la adquiere así no más. Jesús quiere que lo conozcamos nosotros mismos y lo haremos sentándonos a sus pies como lo hizo María, escuchando sus palabras.

Cuando la religión se utiliza para lograr propósitos que no tienen que ver con la religión, se lastima a gente inocente. Jesús sí dice que surgirán conflictos a causa de nuestra fe — porque seguirlo requiere que pongamos la voluntad de Dios primero que todo lo demás — pero la mayoría de estos conflictos en realidad tratan de hacer que otros hagan nuestra voluntad, ¡que no es lo mismo que la voluntad de Dios!

Vemos esto a menudo en los conflictos adentro de las familias. Y es muy fácil que nos ceguemos con respecto a nuestros verdaderos motivos. Cada vez que vean a supuestos cristianos actuar de manera no muy bondadosa, pueden estar seguros de tres cosas: 1.) El conflicto no es del Señor. 2.) El tema principal es el poder, no la fe. 3.) Gente inocente será lastimada.

Jesús enfrentó cada conflicto con amor y cada adversario con comprensión. Él sabía que la verdad no necesitaba ningún adorno y que al final el amor y la convicción son más poderosos que la manipulación o la coacción.

Para usar el hermoso lenguaje del Papa Francisco, él acompañó al pueblo, lo escuchó, caminó junto a él. Ese es el misterio de la cruz. Si verdaderamente somos sus seguidores, entonces debemos sentarnos humildemente a sus pies y aprender de él como lo hizo María. ¡Esta es la mejor parte y nadie nos la quitará!