Instalación de Acólitos, Lectores y Candidatura de Seminaristas de 2015

Publicado: December 19, 2015

Obispo Anthony B. Taylor predicada la siguiente homilía durante la Misa para la instalación del acólitos, lectores y candidatura de los seminaristas de la Diócesis de Little Rock en Iglesia de Ntra. Sra. del Buen Consejo en Little Rock el sábado 19 de diciembre de 2015.


Obispo Taylor

En nuestra Misa hoy Jon Miskin y Tuyen Do serán instalados como lectores. Daniel Ramos, Stephen Elser, Joseph de Orbegozo, Keith Higginbotham, Patrick Friend y Robert Smith serán instalados como acólitos, y Luke Womack, Daniel Ramos, Ramsés Mendieta, Stephen Hart, Michael Johns, William Burmester y Martín Siebold recibirán la candidatura en preparación para su ordenación al diaconado en diferentes días este próximo mayo o junio.

Estos ministerios son recibidos como parte de la formación para el sacerdocio de nuestros seminaristas, en la cual por virtud de la ordenación cada uno se convertirá en un alter Christus, “otro Cristo”, compartiendo en la ofrenda salvífica de Cristo en el mundo hoy. Quisiera dirigir su atención hoy a lo que nuestra segunda lectura tiene que decir sobre la ofrenda salvífica de Cristo en la cual ellos compartirán de maneras extraordinarias como sacerdotes.

El autor de la Carta a los Hebreos cita y luego expande un pasaje del profeta Isaías para poder responder a la pregunta: “¿De dónde viene el poder salvífico del sacrificio de Cristo?” La respuesta es: de su completo abandono de sí mismo al Padre.

En cada Misa, nosotros los sacerdotes ofrecemos nuestro propio ser en sacrificio al Padre junto con aquel de Jesús, declarando al Padre — por lo menos implícitamente — que nosotros también abrazamos libremente la muerte a nosotros mismos, lo cual es el costo de nuestra fidelidad a Dios.

Por medio de su auto-sacrificio total — sin retener nada, Jesús cumple lo que ninguno de los sacrificios sangrientos del Templo de Jerusalén pudo lograr. Aquellos ritos eran meramente externos.

Cumplían los requisitos externos de la Ley, pero ya que las víctimas eran fuera de sí mismos — animales ofrecidos en sacrificio — los efectos eran meramente externos y por lo tanto incapaces de producir efectos internos, la santidad que verdaderamente nos libera del poder del pecado y de la muerte.

Después de todo, si los sacrificios de la antigua alianza podrían producir efectos internos duraderos, ¿por qué tenían que repetirlas una y otra vez? Isaías dice que Dios no quiere ofrendas, sacrificios ni holocaustos si estos no sirven para cambiar nuestros corazones. Lo que Dios busca es que nos sacrifiquemos libremente nosotros mismos.

El autor de la Carta a los Hebreos está diciendo que en Jesús, la queja de Dios de que “este pueblo se acerca a mí con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi” (Is. 29,13) se ha cumplido.

El único sacrificio que nos concede el perdón de Dios en un modo definitivo, es el auto-sacrificio de Cristo; el culto del Templo de la Alianza Mosaica — en la cual otras cosas son sacrificadas en vez que nosotros mismos — ahora es obsoleto.

Y por extensión, el auto-sacrificio de su cuerpo la Iglesia … y de manera excepcional, el rol redentor concedido a cada uno de nosotros sacerdotes. Aunque somos completamente indignos, cada uno de nosotros se convierte en un alter Christus — y por medio de la ordenación se nos ha concedido un rol privilegiado en la obra redentora de Cristo.

En cada Misa, nosotros los sacerdotes ofrecemos nuestro propio ser en sacrificio al Padre junto con aquel de Jesús, declarando al Padre — por lo menos implícitamente — que nosotros también abrazamos libremente la muerte a nosotros mismos, lo cual es el costo de nuestra fidelidad a Dios.

Mis hermanos que están a punto de ser instalados como lectores, acólitos y candidatos para el sacerdocio, la fidelidad al Señor requiere que ustedes se aseguren de que las palabras en sus labios reflejen los sentimientos verdaderos de sus corazones.

Lectores, ustedes están a punto de que se les confíe el libro de la Sagrada Escritura — asegúrense de que las palabras que proclamen resuenen en su corazón. Acólitos, ustedes están a punto de que se les confíen los vasos sagrados que contienen el pan y el vino que serán consagrados — prepárense ustedes mismos para ofrecer su cuerpo y sangre al Padre en unión con los de Jesús.

Y Candidatos, ustedes prometen “preparar su mente y espíritu para servir fielmente a Jesús y su cuerpo, la Iglesia” … lo cual conduce al día en mayo o junio cuando declararán a todos su compromiso de “imitar siempre en su vida al ejemplo de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre servirán con sus propias manos en el altar”.