Ordenación Diaconal de Omar Galván

Publicado: August 12, 2020

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de la Inmaculada Concepción en Fort Smith el miércoles, 12 de agosto de 2020. Está basada en las siguientes lecturas: Ac 5:12-16; Sal 138; 1 Cor 9; y Lc 5:1-11.


Obispo Taylor

Hoy es un día de mucho gozo. En el espacio de solo cinco días ordenamos a cinco diáconos transicionales y dos nuevos sacerdotes. Oramos por las vocaciones, y alabado sea Dios, aquí en Arkansas contamos con jóvenes como Omar que responden a su llamada con valentía y generosidad — jóvenes que han abierto el corazón para abrazar la llamada de Dios en su vida, al igual como lo hicimos los sacerdotes reunidos aquí hoy.

Y sabemos bien la fe y la valentía necesarias para tomar el riesgo de poner toda nuestra vida en las manos de Dios, como también las bendiciones abundantes que Dios da a los que responden a su llamada.

Omar, ya has pasado bastante tiempo en esta jornada con el Señor y la ordenación al diaconado es el último paso antes de tu ordenación al sacerdocio en menos de un año ¡primero Dios! Pero esto no es sólo un paso más en el camino. El sacramento de sagradas órdenes es de por vida.

Tu vida es ahora una vida que vivirás por otros. Por medio de ti, la gente encontrará a Jesús en toda etapa de su vida: los bebés que bautizas, las parejas que casas y los muertos que entierras.

La palabra "diácono" significa "siervo" y no dejarás de ser un diácono cuando te ordene sacerdote. Por medio de la ordenación al diaconado, llegas a ser un “siervo” ¡por el resto de tu vida! ¡Un ministro de la palabra, de los sacramentos y de la caridad!

Para proclamar el Evangelio fielmente, debes ser un siervo de la palabra de Dios. Hay muchos predicadores que se portan como patrones de la palabra. La retuercen para que diga lo que ellos quieren decir — ¡lo tienen todo al revés! Jesús es la palabra de Dios. Él es tu patrón. Lo que importa es su voluntad. Su palabra es vida — no nuestra palabra — y hoy llegas a ser un siervo de esa palabra, por vida — en dos sentidos de la palabra: “por vida” porque la palabra de Dios da vida, y “de por vida” porque es por todo el resto de tu vida.

Lo mismo vale para tu rol de ministro de los sacramentos y de la caridad. Tu vida es ahora una vida que vivirás por otros. Por medio de ti, la gente encontrará a Jesús en toda etapa de su vida: los bebés que bautizas, las parejas que casas y los muertos que entierras.

Servirás en el altar en la Misa, presidirás en reuniones de oración fuera de la Misa y serás un ministro de caridad fuera de estos muros, porque todo diácono es también un siervo de los pobres. De hecho, aprendimos en los Hechos de los Apóstoles que la orden de diáconos fue establecida precisamente para atender a los que fueron descuidados.

Hoy prometes además observar el celibato “por causa del reino de los cielos y para servicio de Dios y de los hombres.” Creo que todos estamos conscientes de que no es fácil hacer esta promesa — ¡y tampoco es fácil vivirla! Pero es una fuente muy rica de bendiciones para ti y para la gente que sirves. Abre tu corazón para abrazar el don del celibato por el reino, y descubrirás en ello una fuente inesperada de fecundidad espiritual que te permitirá servir a Dios y a los demás con más libertad y con dedicación total.

Omar, te presentas a nosotros hoy con un corazón abierto y generoso. Pero te recuerdo que hay que cultivar una vocación, porque de lo contrario se marchitará — y esto no deja de ser cierto después de la ordenación. Ya hemos visto demasiado en el noticiero de lo que puede suceder cuando un sacerdote o un diácono deja de cuidar este don de Dios, y cierra el corazón a la gracia que Dios da, e intenta llenar el vacío resultante con compensaciones — faltando en castidad o con la búsqueda de una vida de lujo, etc.

Por eso, Omar, te agradezco que nos recuerdes a todos que debemos continuar abriendo el corazón todos los días, para poder continuar dando así testimonio convincente de que hay que amar a Dios sobre todas las cosas y que es él a quien servimos cuando servimos a los demás.

Finalmente, me dirijo a los jóvenes aquí hoy, a quienes Dios está llamando a abrir el corazón al sacerdocio, pero que temen lo que esto puede significar — ¡Abre tu corazón! Dios no sólo llama. ¡También nos ayuda a responder! ¡A dónde Omar ha ido, tú puedes seguir!