3er Domingo de Adviento, Año A

Publicado: December 14, 2019

El Obispo Anthony B. Taylor predicada la siguiente homilía durante la Misa para la instalación del acólitos, lectores y candidatura de los seminaristas de la Diócesis de Little Rock en la Iglesia de Ntra. Sra. del Buen Consejo en Little Rock el sábado 14 de diciembre de 2019.


Obispo Taylor

Cada vez que pregunto a nuevos inmigrantes por qué eligieron Arkansas, la respuesta es usualmente: "Conocía a alguien que ya estaba en Arkansas con quien podría quedarme temporalmente, quien me ayudaría a encontrar un empleo — alguien que ya había preparado el camino." Las personas tienden a ir a donde alguien más ya ha preparado el camino.

Y esa era la misión de Juan el Bautista en el plan de Dios para nuestra salvación, excepto que él preparó el camino hacia un destino espiritual, no a otra ciudad donde aquellos que lo seguían encontrarían prosperidad material — todo lo contrario. Más bien, él guió a las personas hacia un lugar en el corazón donde prosperarían espiritualmente.

En el momento del Evangelio de hoy, Juan el Bautista ya está en prisión donde morirá y al reflexionar sobre todos los sacrificios que ha tenido que hacer comienza a sentirse inseguro sobre todo lo que ha hecho porque aún no había visto los resultados que él esperaba. ¿Era Jesús “el que ha de venir?” o “¿tenemos que esperar a otro?”

Y para lo que somos enviados, de una manera u otra, es para “dar testimonio de la luz”. Para proclamar a Jesucristo como lectores, para glorificarlo en el culto como acólitos y para ofrecer nuestro ser como candidatos, listos para hacer lo que sea que el Señor nos pida. En nuestro caso vivir una vida de amor sacrificial, servirle como sacerdotes de la Diócesis de Little Rock.

Jesús responde dirigiendo la atención de Juan a los resultados visibles del propio ministerio de Jesús: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Juan debería tomar consuelo en saber que sus sacrificios fueron necesarios para cumplir la Escritura y así cumplir su parte en el plan de Dios para nuestra salvación: “He aquí que yo envío a mi mensajero” — delante del Mesías — “para que te prepare el camino”.

Y esta es nuestra misión también, de todos nosotros, pero especialmente de todos nosotros a quienes el Señor llama para servirle como sacerdotes. En nuestra Misa de hoy instituiremos a Mark Johns y John Paul Hartnedy como lectores; Jaime Nieto, Daniel Wendel y Nathan Ashburn como acólitos; y admitiremos a Emmanuel Torres, Ben Riley, Alex Smith, Omár Galván y Brian Cundall como candidatos a los órdenes sagrados. Estas tres ceremonias marcan el progreso de nuestros primeros, segundos y terceros teólogos hacia la futura ordenación diaconal y sacerdotal.

Mark y John Paul, por medio de su institución formal como lectores, ustedes se convierten en portadores oficiales de la palabra de Dios en la liturgia y en todas esas áreas donde tienen la oportunidad de llevar la palabra de Dios a los demás. Para hacerlo fielmente, necesitan aceptar plenamente la palabra de Dios ustedes mismos, meditando en ella constantemente para que puedan desarrollar un amor cada vez más profundo de la Escritura y den testimonio de Cristo en todo lo que dicen y hacen.

Jaime, Daniel y Nathan, al instituirlos formalmente como acólitos, ustedes se convierten en ministros oficiales del altar y ministros especiales de la santa Comunión durante la liturgia y llevando la Comunión a los enfermos. Para hacerlo fielmente, necesitan seguir plenamente el ejemplo de Jesús en sus vidas, permitiéndole que los transforme perfectamente a su semejanza. Deben buscar desarrollar un amor cada vez más profundo de la Eucaristía y una obediencia cada vez mayor del mandamiento que el Señor dejó a sus Apóstoles en la Última Cena: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”.

Emmanuel, Ben, Alex, Omar y Brian, al admitirlos como candidatos a los órdenes sagrados, reconocemos que ustedes han llegado al momento donde están listos para expresar abiertamente, públicamente y formalmente su deseo de responder al llamado del Señor al sacerdocio … y que nosotros como Iglesia consideramos que están listos para este compromiso. Hemos “rogado al dueño de la cosecha que envíe trabajadores para la cosecha” y ustedes han respondido “¡Aquí estoy, envíame!”

Las Escrituras nos dicen que Juan el Bautista fue “enviado por Dios como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz sino el testigo de la luz”. Y lo mismo es cierto para ustedes y para mí. También somos “enviados por Dios” — cada uno de nosotros tenemos una misión en su plan de salvación.

Y para lo que somos enviados, de una manera u otra, es para “dar testimonio de la luz”. Para proclamar a Jesucristo como lectores, para glorificarlo en el culto como acólitos y para ofrecer nuestro ser como candidatos, listos para hacer lo que sea que el Señor nos pida. En nuestro caso vivir una vida de amor sacrificial, servirle como sacerdotes de la Diócesis de Little Rock.