Los Evangelios nos invitan a un encuentro con Jesús

Publicado: January 15, 2011

Este es el 10º artículo de una serie de trece

Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock

“Si yo hubiera vivido en la Palestina del primer siglo, estoy seguro de que habría reconocido a Jesús. Sería tan distinto simplemente verlo y mirar su obra.” Éstas, o parecidas palabras, a menudo se escuchan cuando la gente del siglo XXI se esfuerza por responder a Jesús y su mensaje.

Escuchar la Buena NuevaLa verdad es que el desafío de ver y creer, de presenciar y seguir, posiblemente fuera muy parecido antes y ahora. De hecho, nuestra generación puede que tenga una definida ventaja. Tenemos el testimonio de gente durante siglos y por todas partes de la tierra que han respondido en fe para extender la Buena Nueva de Jesús. Tenemos el don del Espíritu entre nosotros, que mueve nuestros corazones a responder. Y sin embargo, la lucha por reconocerlo plenamente aún está en nosotros.

Los evangelios están llenos de episodios de personas que se encuentran con Jesús, con tantos resultados variados como los tipos de sus protagonistas: escribas y fariseos, recaudadores de impuestos y prostitutas; sanos y fuertes así como ciegos y cojos; hombres, mujeres y niños; extranjeros y compatriotas judíos.

Lo que queda claro en todos los evangelios es que a Jesús le gustaba estar con la gente. Llevaba a cabo los asuntos de su Padre en las interacciones diarias que son parte de toda cultura en todo tiempo y lugar.

Sí, reunía a multitudes en las montañas (Mateo 5, 1-2) y las llanuras (Lucas 6, 17), y hablaba con otros en la sinagoga (Mateo 12, 9-14; Marcos 3, 1-6; Lucas 4, 15-21; Juan 6, 59) y sí, a menudo estaba rodeado de multitudes que habían oído hablar de él y llegaban con sospecha o curiosidad. La mayoría de las veces, Jesús se relacionaba con pequeños grupos e individuos y a menudo estas relaciones comenzaban con una pregunta.

En el primer acto público de Jesús narrado en el evangelio de Marcos (Marcos 1, 21-28) un espíritu impuro gritó: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos?” Este encuentro permite al evangelista demostrar el poder de Jesús de rechazar y vencer todo lo que se opone a Dios. Incluso un encuentro con la oposición se convierte en una oportunidad de demostrar la autoridad del Hijo de Dios.

Cuando los fariseos les preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su maestro come con recaudadores de impuestos y pecadores?” (Mateo 9, 11), Jesús utilizó la pregunta que había oído accidentalmente para recordar a sus seguidores que la misericordia pesa más que el legalismo. Tal intuición lo puso en oposición a los líderes religiosos del tiempo, pero también infundió nueva vida a lo que significa responder a la llamada de Dios.

Cuando dos ciegos claman por piedad, Jesús al principio responde con una pregunta: “¿Creen ustedes que yo puedo hacer esto?” (Mateo 9, 28). Tal pregunta, que se encuentra en muchos intercambios, es un modo de ayudar a la persona necesitada a articular su deseo y confianza. Tal pregunta sitúa el escenario para el tipo de transformación que conduce al discipulado.

Una enseñanza profunda se encuentra en otra historia, en que los discípulos de Jesús le preguntaron: “Rabí, ¿quién pecó, este hombre o sus padres, para que naciera ciego?” (Juan 9, 2). Jesús podría haber respondido simplemente que ninguno había pecado; eso en sí mismo hubiera sido una revelación sorprendente en un mundo que creía que si el efecto era una enfermedad, la causa debía ser un pecado. Pero Jesús utilizó este momento para identificarse como “luz del mundo”.

Cuando Jesús utilizaba parábolas para enseñar a sus seguidores sobre el Reino de Dios o las cualidades del discipulado, sus seguidores más cercanos a menudo no comprendían el significado de las historias. En una ocasión, cuando Jesús describía a los siervos vigilantes que estaban preparados para encontrarse con su señor, Pedro habló en nombre de todos los discípulos: “Señor, ¿esta parábola es para nosotros, o para todos?” (Lucas 12, 41). Jesús siempre buscaba el momento para enseñar. Siempre encontraba un modo de atraer a su audiencia hacia la historia y luego darle la vuelta para que se ajustara a la situación de su audiencia perfectamente. Sí, la historia era para ellos y para todos nosotros.

Cuando leemos las narraciones de los evangelios, o los escuchamos proclamados en Misa, se nos da una oportunidad de encontrarnos con Jesús. En la Constitución sobre la Divina Revelación, el Concilio Vaticano II decía: “La Iglesia siempre ha venerado la sagrada Escritura como ha venerado el Cuerpo del Señor…” (§21). Veneramos las Escrituras porque creemos que Dios está verdaderamente presente ahí.

Los evangelios son la manera más importante de revelar a Cristo y de invitarnos a una relación con él. Cada vez que reconocemos nuestra propia historia en las antiguas historias, tenemos la oportunidad de responder en fe.

Preguntas para la reflexión/discusión
  • ¿Cómo decidió Jesús revelarse él y su mensaje en sus interacciones con la gente?
  • ¿Cuáles encuentros con Jesús que aparecen en el evangelio hablan más acerca de mi experiencia en este momento de mi vida?
  • Cuando las preguntas surgen en mi vida, ¿siento la libertad de pedirle al Señor que me responda?
  • ¿Qué puedo hacer para prepararme mejor para encontrarme con Jesús en la proclamación del evangelio dominical cada semana?

 

Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 15 de enero de 2011. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.