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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: October 13, 2017
Este es el 9º artículo de una serie de diez.
Por Clifford Yeary
Director Asociado, Estudio Bíblico de Little Rock
"Dichosos los perseguidos por causa de la justiciar, porque de ellos es el reino de los cielos." — Mateo 5:10
La persecución se da por todas partes de nuestro mundo hoy. Limitar nuestra preocupación por los perseguidos únicamente a quienes comparten nuestra identidad bautismal, o algún parecido cultural con nosotros mismos, sería ignorar nuestra responsabilidad hacia los perseguidos que de hecho se contiene en la Octava Bienaventuranza.
Cuando Jesús llama bienaventurados a los perseguidos, tenemos la obligación de ayudar a alcanzar la bendición, porque el seguir a Jesús nos hace agentes del reino del cielo.
Nuestra responsabilidad de ser parte de la bendición de los perseguidos comienza con reconocer conscientemente su situación crítica. Hay muchas formas de persecución, que van de la violencia al abuso verbal o simplemente al trato de silencio despectivo. La violencia incluye asesinato y tortura.
El abuso verbal o el desprecio a menudo incluye los muchos modos en que la propia identidad frente al resto de la sociedad podría acabar en exclusión de cualquiera de sus beneficios.
La Octava y Novena Bienaventuranzas bendicen a los perseguidos y se parecen lo suficiente como para que algunos sólo identifiquen ocho bienaventuranzas. Quienes ven una diferencia entre las dos últimas bienaventuranzas acentúan la sutil diferencia entre ser perseguidos “por causa de la justiciar” (la Octava Bienaventuranza) y ser perseguidos “por mi causa” (por la causa de Jesús — la Novena Bienaventuranza).
Ciertamente, quienes son perseguidos a causa de su asociación con Jesús, están siendo perseguidos a “causa de la justiciar,” pero al pronunciar dos bienaventuranzas distintas, Jesús parece haber proclamado una bienaventuranza diferente sobre todos los que sufren por la justiciar, tanto si sus perseguidores los identifican con Jesús como si no.
Al perseguir a quienes trabajan por la justiciar, los perseguidores probablemente no verán a Jesús en absoluto, y sin embargo, Jesús se pone él mismo y el reino de los cielos del lado de los que son perseguidos porque buscan la justiciar.
En el propio lenguaje de Jesús (Arameo) y en el Nuevo Testamento en griego, la palabra que se traduce como “rectitud” en Mateo 5,10 es la misma que a menudo se traduce como “justicia.” La bendición de Jesús a los perseguidos en la Octava Bienaventuranza es un pronunciamiento de la bendición sobre quienes sufren porque promueven la obra de la justicia en el mundo.
Así que los cristianos deben extender su preocupación por todos los perseguidos de cualquier forma. Cuando los fieles de cualquier religión o convicción ética son perseguidos por tartar de vivir su responsabilidad con su propia conciencia, eso es la causa de la justicia.
Jesús nos asegura que el reino de los cielos es de aquellos que son perseguidos por causa de la justiciar. Y no debemos pensar que quienes sufren persecución solo alcanzarán la bendición cuando vayan al cielo.
El reino de los cielos es el ámbito de la mayor influencia de Dios. En tiempos de Jesús y en su predicación, ese reino raramente se imaginaba como un ámbito distinto y separado del mundo en que vivimos. Por el contrario, era el ámbito de la muy esperada autoridad de Dios a ser restablecida en la tierra.
Al principio del ministerio de Jesús, cuando anunció, “Conviértanse, porque el reino de los cielos está cerca” (Mateo 4,17), estaba proclamando la “Buena Noticia” de que Dios, en y a través de Jesús, estaba hacienda presente en la tierra un anticipo del reino del cielo.
En el evangelio de Lucas, Jesús leyó a la sinagoga de su pueblo, un anuncio parecido del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado a llevar la Buena noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos, y a proclamar un año de gracia del Señor.”
“Hoy,” les dijo, “esta Escritura se cumple en su escucha” (4,18-19. 21). Jesús encargó a sus discípulos predicar la misma Buena noticia: “Vayan y proclamen que el reino de los cielos está cerca” (Mateo 10,7).
¿Quién puede escuchar el drama de los innumerables refugiados de todo el mundo y negarse a verlos como los oprimidos a quienes Jesús vino a liberar? Como seguidores de Jesús, es nuestra responsabilidad identificar a los perseguidos y buscar para ellos la bendición de la justiciar.
Irónicamente, eso a menudo significará que los fieles discípulos que intenten “liberar a los oprimidos” sean ellos mismos perseguidos por causa de la justicia. Evadirnos de nuestras responsabilidades hacia los oprimidos (perseguidos) sería rechazar la bendición de la bienaventuranza.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 14 de octubre de 2017. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.