Solemnidad de la Ascensión del Señor

Publicado: May 17, 2015

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante la Misas de Confirmación en la Iglesia de San Eduardo de Texarkana el sábado 16 de mayo de 2015 y la Iglesia de Santa Bárbara de De Queen el domingo 17 de mayo de 2015.


Obispo Taylor

Mi abuelo fundó un pequeño negocio de empaquetado de carnes (Carne Empaquetada Taylor de Fort Worth — Taylor Dressed Beef of Fort Worth) y trabajó arduamente por muchos años. Él tuvo que hacer muchos sacrificios para poder tener éxito, trabajó largas horas, yendo a trabajar desde muy temprano por la mañana, y era un riesgo económico considerable — era un ambiente muy competitivo.

Pero a medida que el negocio creció y él envejeció, él comenzó a delegar autoridad a otros empleados dignos de su confianza … de hecho, uno en particular. Y a medida que el negocio prosperó él comenzó a tomar vacaciones a Hawái con mi abuela, dándoles a los empleados incluso más autoridad. Y para cuando ella falleció y él se jubiló — finalmente mudándose a Oklahoma — el negocio por el cual él había hecho muchos sacrificios pasó a manos de aquel empleado quien era ahora el nuevo dueño. Él tenía autoridad ahora.

Eso fue algo como lo que hizo Jesús en la fiesta de la Ascensión de hoy. Él comenzó a establecer el Reino de Dios primero con su propio arduo trabajo durante su ministerio público y al mismo tiempo comenzó a entrenar a otros, sus discípulos, a quienes él gradualmente delegó para que continuaran, él les delegó — y a nosotros — la responsabilidad y la autoridad para continuar el trabajo que él había comenzado.

Por medio de su Ascensión pudo habernos dejado físicamente, pero él sigue presente con nosotros en el Espíritu.

Y eso es exactamente lo que ha sucedido desde entonces. Desde un punto de vista, Jesús nos dejó en el día de su Ascensión al Cielo … algo así como un hombre de negocios que se jubila y se muda a Oklahoma. Desde otra perspectiva, sin embargo, delegando autoridad a la Iglesia, él sigue siendo una presencia viva. En este sentido Jesús es muy diferente a una persona jubilada que vende el negocio y se muda lejos.

Dichas personas jubiladas no siguen presentes en el negocio que alguna vez les perteneció, pero Jesús sí lo está. Al haber ascendido al Cielo físicamente, él nos ha dejado la responsabilidad de autoridad delegada, ¡pero él sigue siendo el dueño!

En el relato de Mateo leemos: “Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”. Y luego les asegura lo que ningún delegante de autoridad humano podría darnos: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

Y así vemos que Jesús nos delega, la Iglesia, a compartir la responsabilidad para continuar construyendo el Reino de Dios en nuestro propio tiempo y nos asegura que no importa qué desafíos enfrentemos al proclamar y vivir las Buenas Nuevas, contamos con la presencia continua de Jesús para sostenernos y guiarnos.

Por medio de su Ascensión pudo habernos dejado físicamente, pero él sigue presente con nosotros en el Espíritu — el cual recibiremos el próximo domingo en la gran fiesta de Pentecostés — y en nuestros hermanos en la fe, el Cuerpo de Cristo vivo y activo en el mundo de hoy.