Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia

Publicado: May 21, 2018

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de San Eduardo de Little Rock el lunes de 21 de mayo de 2018.


Obispo Taylor

Hace una semana celebramos el Día de las Madres. Por mi parte recordé no sólo el amor abnegado de mi propia madre, sino también su protección, especialmente cuando era niño. Al recordar esto, me sorprende y me llena de humildad todos los sacrificios que ella hizo para que mis seis hermanos y hermanas y yo pudiéramos tener un gran futuro.

Ella era una fuente de fortaleza para mí en momentos cuando me sentía débil y en momentos cuando necesitaba que alguien me guiara a hacer lo que seguía. Ella también salió a apoyarme, incluyendo algunas veces cuando no lo merecía.

De manera similar, ya que el Día de las Madres coincidió con la fiesta de la Ascensión del Señor este año, recordé que incluso cuando Jesús nos dejó para regresar al Cielo, él nos aseguró que permanecería con nosotros hasta el fin de los tiempos — para protegernos y guiarnos.

Ayer el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles y los fortaleció para que salieran a proclamar el Reino de Dios … y así nació la Iglesia. Hoy Jesús confía su Iglesia al cuidado de su madre.

Y recuerdo los sacrificios aún mayores que él hizo para que nosotros pudiéramos tener un futuro eterno. Y él permanecerá conmigo — y con nosotros — a medida que enfrentamos los desafíos de la vida de tres maneras especiales:

1. Primero que todo, Jesús promete que él estará presente con nosotros en el culto, especialmente mediante el sacramento de su amor sacrificial por nosotros, el sacramento de su cuerpo y sangre que recibimos en la Eucaristía, y de hecho cada vez que dos o tres se reúnen en su nombre para orar;

2. Jesús prometió enviarnos al Espíritu Santo de quien recibiríamos especialmente siete dones para guiarnos cuando enfrentemos desafíos y dificultades: los dones de la sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad, y temor del Señor. Estos dones fueron derramados sobre la Iglesia el día de Pentecostés — ayer — y los recibimos cada uno de nosotros personalmente el día de nuestra confirmación, nuestro propio Pentecostés personal;

3. Jesús nos dio a su madre para que fuera nuestra madre, tal como escuchamos en el Evangelio de hoy. Estas fueron algunas de las últimas palabras que Jesús dijo mientras estaba en la cruz, entregándose a sí mismo completamente en amor por nosotros y por nuestra salvación. Hoy es la primera vez que hemos celebrado la nueva memoria de María, Madre de la Iglesia, que acaba de ser establecida en el calendario litúrgico el 11 de febrero de este año. ¿Acaso no es maravilloso que el Señor nos recuerde sobre el cuidado maternal de María por nosotros mientras nos reunimos hoy para esta reunión tan importante sobre el futuro de la Escuela de San Eduardo?

Ayer el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles y los fortaleció para que salieran a proclamar el Reino de Dios … y así nació la Iglesia. Hoy Jesús confía su Iglesia al cuidado de su madre.

Los discípulos habían estados llenos de temor, encerrados en aquel cuarto, sin dirección alguna e inquietos. Jesús se había ido y no podían ver el camino a seguir. Pero ahora ellos salen llenos de esperanza y a partir desde ese día el mundo ya no sería el mismo otra vez. Y ¿acaso no es esa nuestra historia también?

¡Ahora es el momento para que nosotros dejemos a un lado nuestros temores y nuestras inquietudes y abracemos el camino que el Señor nos está presentado!  Como siempre, seguir al Señor requiere de algunos sacrificios, como veremos, pero también dará mucho fruto.

Tal como lo declara nuestra Santísima Madre tan elocuentemente: “Grandes cosas hizo — y continuará haciendo — el Señor por nosotros” ¡Y santo es su nombre!