Misa por la Vida 2016

Publicado: January 17, 2016

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante la Misa por la Vida anual en la Catedral de San Andrés en Little Rock el domingo 17 de enero de 2016. Está basada en las lecturas del Segundo Domingo del Tiempo Ordinario, Año C.


Obispo Taylor

En el Evangelio de hoy Jesús toma una situación vergonzosa — incluso aterradora — y la convierte en una bendición ya que una tercera persona vio que algo estaba mal y se rehusó a mantener silencio. En este caso particular no se trató de una situación de vida o muerte, pero fue lo suficientemente grave como para llamar la atención de María y la intervención de Jesús.

Había una boda en Caná de Galilea. Las bodas son un gran evento en cada cultura, en parte porque la vida será transmitida a la siguiente generación a través del amor y compromiso de la pareja.

En la Biblia las personas incluso pensaban que ellas mismas seguirían viviendo en los hijos a quienes dieron vida. Y aunque la abundancia y variedad de toda la comida en el banquete de la boda era importante, yo creo que el vino era probablemente lo que la gente notaba más porque el vino simbolizaba la alegría de la unión que nacía ahora. Así que si se terminaba el vino esto sería un muy mal augurio.

Ustedes y yo somos llamados a hacer todo lo posible para tomar esta situación vergonzosa e incluso aterradora de embarazos no planificados y convertirla en una bendición, porque vemos lo que está mal y nos rehusamos a mantener silencio.

Podría afectar las posibilidades de la alegría en la vida de la pareja recién casada … y ya que los hijos eran la mayor fuente de alegría en un matrimonio, tal vez la falta de vino podría significar que ellos serían estériles, ¡Dios no lo quiera! O que perderían sus hijos a temprana edad.

La falta de vino sería no solamente un problema de hospitalidad, sino que podría traer implicaciones simbólicas para la procreación y así la vida más allá de la tumba, si es cierto que se sigue en vida a través de los hijos. María ve esto y le pide a Jesús que intervenga.

Él convierte el agua en vino, vino abundante … unos 570 litros del mejor vino. Su matrimonio estará verdaderamente bendecido — ¡tal vez incluso con una abundancia equivalente de hijos! Y fíjense que en el Evangelio de Juan, éste fue el primero de los “signos” de Jesús. El primer milagro que manifestó su gloria.

En la América de hoy, hacemos lo opuesto. Vemos un problema — un embarazo no planificado — y luego proveemos un camino legal para que la gente intervenga y empeore la situación. Tomando el vino abundante de la nueva vida y derramándolo en el suelo. Este vino no sólo se termina, como en un aborto espontáneo, lo cual es trágico y doloroso, pero que en algunas situaciones puede al menos hacer que una pareja se acerque más uno al otro en apoyo mutuo.

Se derrama en el desagüe, se gasta intencionalmente, afectando mucho las posibilidades de alegría en la vida de la madre y de todos los responsables por esa muerte. De hecho, algo se muere adentro con la muerte de ese niño. La sanación puede llegar y oramos por la sanación en este Jubileo de la Misericordia, pero las heridas son profundas y no habrá alegría hasta que hayan sanado.

Ustedes y yo somos llamados a hacer todo lo posible para tomar esta situación vergonzosa e incluso aterradora de embarazos no planificados y convertirla en una bendición, porque vemos lo que está mal y nos rehusamos a mantener silencio. A diferencia de la boda en Caná, nosotros estamos tratando con una situación de vida o muerte.

Nosotros también, como María, podemos intervenir con Jesús en oración — lo cual hacemos todo el tiempo durante la Misa y los 40 Días por la Vida, y en nuestra Marcha por la Vida. Y podemos intervenir con nuestros legisladores. Y comunicándonos directamente con mujeres con mentalidad abortiva y ofreciendo servicios precisos a mujeres embarazadas en nuestros centros de recursos para salvar vidas.

Sonogramas usando las máquinas donadas por los Caballeros de Colón. Clases sobre la crianza de los hijos. Ropa y pañales para bebés. Podemos cambiar el buen vino de un embarazo no planificado en un vino todavía mejor tanto para la mamá como para el bebé. Y al hacer esto, Jesús realizará — a través de nosotros — otro “signo” más, otro milagro que manifieste su gloria.