Isabel lleva el fruto de la justicia

Publicado: April 14, 2012

Este es el 11º artículo de una serie de trece

Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock

¡Contesta rápido! En el Nuevo Testamento, ¿cuál es la única mujer que se identifica como "justa a los ojos de Dios"? Apuesto a que algunos de nosotros adivinó María, pero si te pensaste en Isabel, la madre de Juan Bautista, estabas en lo cierto (ver Lucas 1,6).

Se puede describir la justicia bíblica de muchas maneras, pero su raíz está relacionada con el concepto de alcanzar un standard, como un standard de medida y peso cuando se venden bienes, o de caminar en dirección adecuada, o de tener una demanda judicial justa. Con el paso del tiempo, este concepto básico pasó a describir a quienes cumplen los standards de Dios, quienes abrazan y reflejan los valores de Dios y la ley de Dios en este mundo.

¿Se puede aplicar a María este concepto de justicia? Sí, pero el escritor bíblico explicita el asignar esta descripción a Isabel y la sitúa en compañía de otras figuras justas del Nuevo Testamento, como José, Juan Bautista, Simeón, José de Arimatea, Cornelio y el propio Jesús.

La historia de Isabel se desarrolla en el primer capítulo del evangelio de Lucas. Cuando ella y su esposo Zacarías son presentados como justos, el siguiente verso dice: "Pero no tenían hijos porque Isabel era estéril y ambos eran de edad avanzada" (1,7). En una cultura que a menudo asociaba la esterilidad al castigo divino, esta combinación afirma que la esterilidad de Isabel no se podía atribuir al pecado o la desobediencia. Más bien, la esterilidad de Isabel se convierte en el vehículo para la intervención de Dios.

Entre las historias del Antiguo Testamento hay relatos de mujeres estériles que dan a luz por medio de la intervención de Dios y contribuyen significativamente a la historia de la salvación: Sara (Génesis 15), Rebeca (Génesis 25), Raquel (Génesis 29) y Hannah (1 Samuel 1), entre otras. Isabel, por tanto, está en buena compañía tanto como persona justa y como mujer entre las grandes madres de la historia de la salvación. Y sería justo decir que actúa como puente entre las primeras alianzas de Dios y la nueva alianza que entrará con Jesús y será anunciada por su propio hijo, Juan.

El modo en que Lucas presenta el relato (Lucas 1) no deja lugar a dudas de que el embarazo de Isabel es resultado de la intervención divina. Gabriel, el ángel del Señor, lleva a Zacarías la noticia cuando éste está cumpliendo sus deberes sacerdotales en el santuario, asegurando al anciano padre que el Espíritu Santo llenará al niño ya desde el vientre materno. El enmudecimiento de Zacarías y el embarazo de Isabel valen por la mejor prueba.

Quizá la escena más conmovedora en el relato de Isabel es cuando una joven pariente, María de Nazaret, viene a visitarla en su pueblo de las montañas. Se nos invita a acercarnos a su encuentro y ver los dos polos de un espectro: en un extremo, la anciana cuya incapacidad de tener hijos está relacionada con su edad, y en el otro extremo la joven que aún no ha entrado en sus años de maternidad. En ambos casos, la promesa de Dios se manifiesta en la promesa de un niño.

Nos podríamos imaginar que ambas mujeres serían objeto de murmuraciones y desprecio en sus pueblos. Nos podríamos imaginar que hubieran tenido razones para sentirse confundidas y asustadas. Pero en este encuentro (1,39-45), no hay nada sino alegría entre ellas, incluso un salto gozoso del niño que crecía en el vientre de Isabel.

En la historia de la salvación es Juan, el hijo de Isabel, quien es conocido como el que prepara el camino a Jesús. Su proclamación de la libertad del pecado (2,3-6. 15-18) abre los corazones y las mentes a recibir al Mesías que llega. Pero incluso en la historia de la visitación encontramos una pista de que la proclamación de Jesús se encuentra en semilla en las palabras de su madre: "Bendito el fruto de tu vientre. ¿Y cómo es que la madre de mi Señor viene a mí?" (1,42-43)

Isabel reconoce al Señor en medio de ellas. Su saludo y reconocimiento prepara el escenario para la respuesta gozosa de Dios que se hace carne. Su ejemplo nos recuerda que nos alegremos de los modos en que Dios no sólo trabaja en nuestras propias vidas, sino en las vidas de los demás, las llegadas inesperadas de Dios en medio de nuestras vidas cotidianas.

La mujer conocida como "justa a los ojos de Dios" demuestra que en su vida la justicia se manifiesta en el estar abierta a la intervención de Dios y viva con alegría por la bondad de Dios.

Preguntas para la discusión y reflexión
  • Lee un poco sobre las mujeres del Antiguo Testamento que eran estériles hasta que intervino Dios. ¿Qué temas comunes descubres en sus oraciones?
  • ¿En qué se parece o se diferencia la situación de Isabel de la de María?
  • ¿Cuándo has experimentado o presenciado la intervención sorprendente de Dios a favor tuyo o a favor de otra persona?
  • ¿Hasta qué punto es la alegría una característica de tu vida en Cristo?

 

Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 14 de abril de 2012. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.