Ordenación Diaconal de Emmanuel Torres

Publicado: August 13, 2020

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de San Eduardo en Little Rock el jueves, 13 de agosto de 2020. Está basada en las siguientes lecturas: Hch 3:1-10; Sal 89; Fil 2:5-11; y Jn 15,9-17.


Obispo Taylor

Uno de los conceptos erróneos que algunos tienen de las enseñanzas de Jesús tiene que ver con su mandamiento de amor. Te acuerdas de que cuando le preguntaron a Jesús: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la ley?” su respuesta era de amar a Dios con todo el corazón, toda la mente y todas las fuerzas, y al vecino como a nosotros. Hay dos errores que tienen muchos al respecto esta enseñanza de Jesús.

Primero, piensan que esta fue una enseñanza nueva, un avance que superó la comprensión religiosa que prevalecía antes de Jesús. Pero no es así. La pregunta era sobre el mandamiento más grande de la “Ley”, es decir la Tora, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. Y por eso, cuando Jesús contesta lo hace por citar Deuteronomio respecto el amor a Dios y Levítico respecto el amor al vecino. No es nada nuevo, ¡al menos no por un judío!

Segundo, muchos creen que este es el mandamiento más grande que existe, ¡y no lo es! Es el mandamiento más grande “de la ley” — del Antiguo Testamento. En el Evangelio de San Juan que acaban de escuchar, Jesús nos da otro mandamiento que es mucho más grande. Dice, “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.” Y ¿cómo nos ama?

Los que no aman a sí mismos no saben como amar a los demás. Y así, Jesús nos llama a un amor más alto: ¿Cómo nos ha amado? ¡Totalmente, abnegadamente, hasta la muerte! Y es así que nosotros debemos amar a los demás.

Por dar la vida por nosotros. Como dice Jesús, “¡Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos!” Eso es mucho más que sólo amarlos como a nosotros mismos, lo que en algunos casos no es mucho. Los que no aman a sí mismos no saben como amar a los demás. Y así, Jesús nos llama a un amor más alto: ¿Cómo nos ha amado? ¡Totalmente, abnegadamente, hasta la muerte! Y es así que nosotros debemos amar a los demás.

Emmanuel, tú te presentas ante nosotros hoy listo para dedicarte a una vida de amor abnegado, ¡hasta la muerte! Al ofrecerle a Jesús tu sexualidad al prometerle celibato, sacrificas muchas cosas buenas … no sólo los placeres sexuales y la cercanía física de una esposa, sino también tener hijos, tener una familia propia.

Es cierto que te haces parte de una familia mucho más grande y que tendrás acceso a un tipo de intimidad espiritual mucho más profunda con muchas personas, algo que no sería posible sin tener los límites sexuales claros que protege el celibato — muchas bendiciones, claro — pero, sin embargo, un gran sacrificio también … y no miento: van a haber tentaciones que tendrás que enfrentar y superar, como todos los sacerdotes aquí presentes pueden afirmar.

Pero para muchos, el sacrificio más grande es la promesa de obediencia, lo que requiere que sacrifiquemos la voluntad. Obediencia es más que sólo conformidad, yendo dondequiera que te mande. Obediencia es también una manera especial de escuchar … del latín, "ob-audire." Obediencia es lo que pasa adentro de tu corazón … más que sólo conformidad en tu conducta exterior.

Jesús no se limitaba a cumplir los mandamientos de su Padre, también “permanece en su amor” e invita a nosotros hacer igual, escuchándolo con corazón de amor … y es por eso que nos llama amigos y no sólo siervos. En el Antiguo Testamento, la palabra que usan para “creyente” significa literalmente “esclavo” — antes pertenecieron al Faraón, ahora pertenecen a Dios.

Así que es importante notar que cuando la Iglesia establece el orden de diáconos, la palabra que encontramos en el Nuevo Testamento no es douloi (esclavos) sino diákonoi (siervos), porque la obediencia que prometes hoy no es sólo la conformidad exterior de un esclavo, sino también una profunda conformidad interior: la donación abnegada de todo tu ser al Señor … y por eso, prometas no sólo hacer lo que te pido sino también hacerlo de corazón.

Hemos reunido aquí para recibir formalmente tu respuesta a la llamada de Jesús y de su Iglesia, dedicándote a una vida de amor abnegado — ¡amando a otros como Jesús te ha amado! Y así te habla directamente en el Evangelio de hoy cuando dice: “No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto.”