Misa de Jubileo de Sacerdotes 2018

Publicado: June 26, 2018

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de Catedral de San Andrés de Little Rock el martes de 26 de junio de 2018. Está basada en el Evangelio de Mateo 7:6,12-14.


Obispo Taylor

Nos reunimos hoy para celebrar el sacerdocio de nuestros jubilares, su "perla de gran valor.” ¿Te acuerdas de la parábola donde Jesús dijo que el reino de los Cielos es como un hombre que busca una perla fina, y al encontrarla "va y vende todo lo que tiene y la compra?”

Pues, nosotros sacerdotes pasamos años buscando la perla que Dios ha escogido para nosotros, discerniendo nuestra vocación. Y al encontrarla, le dimos todo para hacerla nuestra. Esta perla es realmente "de gran valor" — el celibato es costoso, la obediencia es costosa, la muerte a uno mismo es costosa, por lo que también es muy valiosa.

Los ladrones roban lo que es valioso y así, Satanás intenta robar nuestro sacerdocio. De ahí la advertencia de Jesús en el Evangelio de hoy: "No den a los perros lo que es santo, ni echen sus perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, les despedacen.”

"Jubilares, les agradecemos su respuesta a la llamada del Señor y por atesorar la perla de gran precio que Dios les ha confiado por nuestro beneficio — y también el suyo — hace muchos años."

Hemos visto este drama jugado en los escándalos de los últimos años, devastando las vidas de niños y adultos vulnerables. Estos criminales no sólo pisotearon lo que es santo, también su sacerdocio terminó hecho pedazos.

De ahí la importancia de proteger esta perla de todo lo que pueda dañarla. Es útil notar que la perla es el producto de irritación, lo que nos recuerda que la fidelidad a nuestro sacerdocio no siempre es fácil. ¿Sabes cómo se hacen las perlas? Un grano entra en la ostra cuando las valvas están abiertas para la alimentación y se incrusta entre la cáscara y la piel suave de la ostra. La ostra se segrega una sustancia que recubre el irritante, formando una perla.

Muchos de nosotros hemos experimentado una llamada al sacerdocio que era así: Jesús no quiso dejarnos en paz — ¡sobre todo cuando nuestro caparazón estaba abierto y dejamos bajar la guardia!  A veces, esto era bastante irritante. Pero el Señor persistió y empezó a formar una perla dentro de nosotros. Este proceso se inició antes de entrar al seminario y ha continuado desde la ordenación.

Jesús convierte cada reto en una oportunidad para hacer nuestra perla más hermosa. Aun nuestros tropiezos, una vez que aprendemos de ellos. De ahí la importancia de avalarnos de la ayuda espiritual a nuestro alcance: un buen confesor y director espiritual, la Misa y Hora Santa diaria, amistades sanas y evitar las ocasiones próximas del pecado, etc.

Hoy damos gracias a Dios por las oportunidades que nos da para crecer en santidad — y también por los retos que utiliza para formarnos en la clase de sacerdotes que él quiere que seamos.

Esta experiencia nos capacita para ayudar a otros a buscar su "perla de gran valor.” Y también para ellos, será precisamente en medio de las cosas irritantes — las cruces que llevan — que encontrarán su perla. Ellos abren su cáscara a nosotros y bajan la guardia, compartiendo cosas muy privadas con nosotros. Su confianza y su voluntad no sólo son profundamente conmovedoras, sino que también nos desafían a servirles con un amor que es cada vez más puro e inocente, y por lo tanto nuestra perla se hace aun más hermosa.

Nosotros los sacerdotes tenemos el honor de servir a las personas que Jesús confía a nuestro cuidado, ¡por lo que la Iglesia nos invita a morir a nosotros mismos como una condición para la ordenación!  Este fue el gran precio que Jesús pagó por nosotros. Nos postramos ante el altar durante la letanía de los Santos como un signo visible que a través de la ordenación, morimos a este mundo para que, como Jesús, en cuyo sacerdocio participamos, podamos dar vida a otros.

En el bautismo morimos sacramentalmente para que nosotros podamos vivir. En la ordenación morimos para que otros puedan vivir. Y luego Jesús nos envía al mundo con la misión de dirigir a la gente al camino angosto que lleva a la vida ... ¡lo cual sólo será posible si nos mantenemos en ese camino estrecho nosotros mismos! "Entren por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición; y son muchos los que entran por ella. En cambio, ¡qué estrecha es la entrada y qué angosto el camino que lleva a la vida!  Y pocos son los que lo encuentran."

Jubilares, les agradecemos su respuesta a la llamada del Señor y por atesorar la perla de gran precio que Dios les ha confiado por nuestro beneficio — y también el suyo — hace muchos años.

Ustedes los jubilares de 60 años: el Padre Hugh Assenmacher, OSB. que sirve ahora en el monasterio en Subiaco y el Padre Tom Keller, que es ahora un sacerdote mayor con residencia en la Casa San Juan. Y ustedes jubilares de 25 años: el Padre Les Farley que sirve ahora en el monasterio de Santa Escolástica en Fort Smith, el Asilo Mercy Crest en Barling y la Iglesia de San Leo en Hartford, y el Padre Aby Abraham, IMS, y Padre Patrick Watikha, AJ, como misionarios enviados por el Señor para servirlo aquí entre nosotros en Charleston y Center Ridge, al otro lado del mundo de donde respondieron primero a su llamada. Jubilares, ¡muchísimas gracias! 

Y también este año marcamos mi 10º aniversario de servicio aquí como su obispo. Hemos pasado por muchas cosas juntos estos últimos 10 años y estoy agradecido por todo ello. Incluso las cosas difíciles que hemos tenido que enfrentar — el Señor ha usado esto para trabajar en mi perla — ¡y supongo que algunas veces en la de ustedes también!

Pero qué gran bendición ha sido para mí personalmente ser su obispo a medida que colaboramos para construir el Reino de Dios en Arkansas, la parte más encantadora de la viña del Señor. Puedo mencionar muchos logros, pero estos fueron cubiertos muy bien en la reciente edición del periódico Arkansas Catholic.

Y de cualquier manera, toda la gloria es para Dios, quien es el único que permite que algo se logre entre nosotros. Nosotros solamente somos instrumentes mediante los cuales él trabaja.

¡Así que alabemos al Señor por el sacerdocio que compartimos, agradezcamos al Señor por las bendiciones que hemos recibido a través de nuestros padres jubilares y oremos al Señor para que permita que nuestra perla — la perla de nuestro sacerdocio compartido — continúe embelleciéndose aún más en los años venideros!