Memoria del Beato Stanley Rother 2020

Publicado: July 28, 2020

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de Sta. María en North Little Rock el martes 28 de julio de 2020. Está basada en Jeremías 14: 17-22.


Obispo Taylor

Siempre me sorprende cuando las lecturas de las Escrituras para la misa, en el caso de hoy, martes de la semana 17 del año 2, encajan perfectamente con la fiesta que celebremos ese día. Y ese es ciertamente el caso con la fiesta de hoy del Beato Stanley Rother.

La primera lectura de hoy proviene del profeta Jeremías, quien, como el beato Stanley, sirvió al Señor en un momento de gran agitación social. Como todos los otros profetas, Jeremías aplicó la palabra de Dios a los asuntos de su día, y lo hizo desde un lugar de profundo amor por su pueblo.

Le preocupaba mucho lo que estaba pasando la gente común, todos los males que enfrentaban (amenazas militares nacionales e internacionales, hambre y enfermedad) y vemos esa compasión claramente en este pasaje que suena como lo que el Beato Stanley diría: pero de hecho proviene de Jeremías: “Dejen caer mis ojos lágrimas de noche y de día sin parar; porque un gran quebranto ha sufrido la doncella, capital de mi pueblo, herida de un golpe gravísimo. Si salgo al campo encuentro heridos de espada ..."

Los días de Jeremías y el Beato Stanley fueron tiempos de miedo y, dada la pandemia de COVID-19, también nosotros vivimos en un tiempo de miedo, de lágrimas, inseguridad y pérdida.

Aquí pienso en el Beato Stanley buscando en las orillas de los caminos los cuerpos de sus catequistas asesinados. "Hasta profetas y sacerdotes vagan por el país desorientados", no sé de la época de Jeremías, pero casi la mitad de los sacerdotes en Guatemala tuvieron que huir en algún momento durante los años setenta y ochenta, y alrededor de 300 de ellos permanentemente. “Esperábamos paz, y no hubo dicha; tiempo de curación, y hubo turbación".

Los días de Jeremías y el Beato Stanley fueron tiempos de miedo y, dada la pandemia de COVID-19, también nosotros vivimos en un tiempo de miedo, de lágrimas, inseguridad y pérdida.

Al igual que muchos países, y a diferencia de las medias medidas tomadas aquí en los Estados Unidos, Guatemala se había cerrado por completo; 100 por ciento en un esfuerzo por contener la enfermedad — y solo abrió ayer, pero aun así hay muchos casos en Guatemala, incluso en Santiago-Atitlán, donde el beato Stanley dio su vida. Nadie podía ir a trabajar en absoluto.

Para las personas en el margen el hambre — y muerte de hambre — es una realidad. La parroquia local está reuniendo lo que ellos llaman "bolsas solidarias", que contienen alimentos básicos para los necesitados, probablemente solo frijoles y arroz, algo así. Usted y yo sabemos que nosotros en los Estados Unidos no vamos a morir de hambre, pero ese no es el caso en el tercer mundo. Se predice que más personas morirán de hambre debido a la interrupción de COVID-19 de las economías de los países pobres que a la enfermedad misma.

Tú y yo, como todos los profetas, estamos llamados a aplicar la palabra de Dios a los problemas de nuestros días, y hacerlo desde un lugar de profundo amor por el pueblo de Dios. Deberíamos estar angustiados por lo que la gente común estaba pasando aquí y en el tercer mundo, todos los males que enfrentaban, el hambre, el miedo y no solo COVID-19.

Preocupados por la fragilidad de nuestra sociedad cuando se trata de raza y qué carga es nacer negro en Estados Unidos. Preocupados por el sufrimiento de aquellos jóvenes que carecen del estatus legal que necesitan para tener un futuro en este país. Las palabras de Jeremías se aplican tanto a nosotros como al beato Stanley: “Dejen caer mis ojos lágrimas de noche y de día sin parar; porque un gran quebranto ha sufrido la doncella, capital de mi pueblo, herida de un golpe gravísimo …“Esperábamos paz, y no hubo dicha; tiempo de curación, y hubo turbación".

Jeremías fue vindicado al final, pero, por supuesto, no vivió para verlo. El beato Stanley Rother fue reivindicado al final también, pero, por supuesto, tampoco vivió para verlo. Tú y yo también seremos vindicados al final, siempre y cuando las palabras que hablemos sean la verdad de Dios y hagamos todo lo que hacemos por un profundo amor por el pueblo de Dios. Por supuesto, pueda ser que tampoco vivamos para verlo, pero así es como funcionan las cosas en el plan de Dios.