Jesús llevó buenas noticias a pueblos ancestrales

Publicado: August 16, 2014

Este es el 8º artículo de una serie de doce

Por Clifford M. Yeary
Director Asociado, Estudio Bíblico de Little Rock

En tiempos bíblicos, Israel tenía sus ciudades, como Jerusalén y Sequén, pero si no había mucha gente gastando sus vidas en labrar las granjas, las ciudades nunca podrían haber alimentado a sus poblaciones. Siempre que había tierra de labranza suficiente, había aldeas y pueblos de diversos tamaños, a menudo sobre colinas para poder defenderse, donde vivían los campesinos.

En el Nuevo Testamento, aparte de sus viajes a Jerusalén (por lo menos tres en Juan, pero sólo uno en Mateo, Marcos o Lucas), Jesús tendía a hacer su ministerio el aldeas cercanas a las costas en Galilea. Había crecido en la pequeña aldea rural del norte, en Nazaret, que los arqueólogos piensan que tenía una población de 200 personas, una población insuficiente para apoyar a José y su hijo como carpinteros. Estaba a menos de cuatro millas de la gran ciudad de Séfora, sin embargo, donde podrían haber encontrado bastante demanda para sus destrezas.

Después de su bautismo en el Jordán, Jesús y sus discípulos convirtieron la aldea de pescadores de Cafarnaún en el centro de su actividad (Mateo 4,13). Allí, en casa de Pedro, Jesús curó a la suegra de Pedro. En la moderna Cafarnaún, lo que se cree que eran los cimientos de esa casa se pueden ver dentro de los muros de lo que se llama la Iglesia de la Casa de Pedro.

Según Juan 2,1-11, en la no lejana aldea de Caná, Jesús realizó su primer milagro, convirtiendo el agua en vino en una boda. Allí más tarde curaría al hijo de un oficial real (Juan 4,46-53). En Juan 21,2 vemos que Caná era el hogar de Natanael, a quien la tradición identifica como el Apóstol Bartolomé.

La aldea de Betania era el hogar de tres de los mejores amigos de Jesús, María, Marta y su hermano Lázaro, a quien Jesús resucitó de entre los muertos (Juan 11,1-43).

A través de las aldeas de Tierra Santa, con vidas enfocadas en plantar y cosechar o los asuntos temporales de la pesca, no habría mucha esperanza de una nueva experiencia de vida. Las luchas diarias de un padre constituirían la vida que podría esperar un hijo, y cómo la madre gastaba su vida sería cómo la hija gastaría la suya.

En aldeas de pesca, las ovejas se cuidaban en un terreno más alto, lejos de la tierra de labranza, pero muchos animales de granja se guardaban en las propias casas de sus dueños. Las casas normalmente tenían un tejado bajo y en el sur tendían a estar hechas de adobe franjadas con vigas de madera y construidas alrededor de una serie de pilares de piedra que se situaban en el centro de la casa. No era poco común que las casas más grandes tuvieran un segundo piso.

En el norte, especialmente cerca del mar de Galilea, donde hay abundancia de basalto, se incorporaba más piedra a las casas normalmente.

Una tabla de piedra antigua que se encontró en Gezer, considerada un ejercicio escolar, divide un calendario de doce meses en ocho estaciones de agricultura. Según la traducción de William F. Albright, tales estaciones son la cosecha de oliva, la plantación de grano, otra para una siembra posterior, seguida por el remover la tierra, la cosecha de cebada, un mes de fiesta que sigue a la cosecha, dos meses para cuidar las viñas, que culminan con un mes para disfrutar la fruta de verano.

Lo que la lección escolar no enseña, sin embargo, es cómo sobrevivir durante las invasiones de langostas que destrozan las siembras, o las sequías que devastan las cosechas. Durante las invasiones militares, los granos que los ejércitos no robaban para sí mismos, los quemaban para que los enemigos no pudieran comer.

La vida en las aldeas podía ser muy precaria, pero allí donde la Torá (la Ley del Antiguo Testamento) se enseñaba y respetaba, había descansos semanales al observar el Sabat. Para el tiempo del Nuevo Testamento, las aldeas de un tamaño suficiente, tenían una sinagoga donde se leía la palabra de Dios en voz alta, Dios era alabado con los Salmos y los fieles recibían instrucción religiosa.

A partir de tal instrucción religiosa, muchos empezaron a suspirar por un futuro distinto para ellos y sus familias. Los relatos bíblicos de la creación, del Éxodo, la tragedia del exilio, seguido por las fantásticas pero no realizadas promesas que hacían los que regresaban a la patria, les daban no sólo un sentido histórico, sino un deseo de un futuro muy diferente al ciclo de vida al que estaban atados como bueyes dando vuelta a la noria.

Imagínate estar sentado en la sinagoga de Nazaret escuchando al hijo del carpintero local leer de las bellas, pero aún no realizadas promesas de Isaías de libertad, sanación visión y el final de la opresión. Imagínatelo proclamando: "Hoy se cumple esta escritura entre ustedes" (Lucas 4,16-21).

Preguntas para la reflexión y discusión

  • ¿Qué conexiones personales (amigos, familia o historia) tienes de un pueblo pequeño o de lugar rural?
  • ¿Qué aspectos de la vida en una aldea en el antiguo Israel ayudó a promover una visión cíclica de la vida y la historia entre el pueblo?
  • ¿Cómo ayudó la Biblia a los judíos a salir de una visión totalmente cíclica de la vida y la historia?
  • ¿Por qué serían difíciles de aceptar en la sinagoga de Nazaret tanto el contenido del mensaje como el mensajero?

 

Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 16 de agosto de 2014. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.