4º Domingo de Cuaresma del Año B

Publicado: March 15, 2015

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la parroquia de San Juan de Russellville el sábado 14 de marzo de 2015 y la parroquia de San Juan de Russellville el domingo 15 de marzo de 2015.


Obispo Taylor

"Porque tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna."( Juan 3:16)

Acabamos de escuchar esto en el Evangelio de hoy y vemos esto en letreros en las canchas de fútbol, aunque generalmente sólo la cita — Juan 3:16. Y con razón, porque este versículo nos recuerda que el corazón del Evangelio es el amor de Dios y nuestra fe en él. Pero hay más en el Evangelio de hoy que eso.

Lo que tenemos aquí es Nicodemo, que era un miembro de la clase social que más se opusieron a Jesús, pero que se sentía atraído a Jesús y se reúne con él en secreto para evitar problemas ... y que más tarde se convertirá en un discípulo entregado y valiente defensor de Jesús. Tal vez algunos de ustedes son así: te sientes atraído a Jesús a pesar de que estás rodeado de personas que no comparten tus creencias y que temes que podrían hacer que te sientas incómodo si compartes tu fe con ellos abiertamente — ¡incluso podrías temer que pensaran mal de ti o se burlaran de ti!

Cuando Jesús dice que el Hijo de Dios es la luz del mundo, está hablando del hecho de juzgar al mundo, y no sólo de iluminación para hacerlo todo luminoso y soleado.

Bueno, en el caso de su diálogo con Nicodemo, Jesús utiliza todo tipo de imágenes para hacer tres puntos básicos: 1.) la necesidad de nacer de nuevo para vivir una nueva vida en el Espíritu; 2.) el sacrificio de Jesús, que trae la salvación a los creyentes; y 3.) el inmenso amor de Dios por el mundo, el que expresa al darnos a su Hijo y al cual la única respuesta adecuada es que nos amemos unos a otros en imitación de Jesús, convirtiéndonos en canales del amor de Dios para el mundo.

Cuando Jesús dice que el Hijo de Dios es la luz del mundo, está hablando del hecho de juzgar al mundo, y no sólo de iluminación para hacerlo todo luminoso y soleado. Él traerá a la luz las cosas que nos dan vergüenza, las cosas que queremos mantener ocultas. Y sin embargo, su propósito no es para condenar al mundo, sino para arreglar las cosas, ponerlo todo en orden, porque si nada cambia, todo será perdido. Dios ha intervenido por amor ("Tanto amó Dios al mundo") y al responder a ese amor, alineándonos con Dios y su manera de hacer las cosas ("todo el que crea en él") somos salvos, nosotros que de otro modo estaríamos dirigidos a la perdición.

Los dos conceptos operativos son el amor de Dios y nuestra fe. El amor es la naturaleza misma de Dios y debe ser nuestra naturaleza también, ya que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, pero por desgracia nuestra naturaleza se ha ido quebrantado por el pecado. ¡De ahí la importancia de la fe! Cuando Jesús dice "el que crea", él no está hablando de la mera aceptación de una serie de dogmas articulados correctamente como encontramos en el Credo o el Catecismo, aunque estos son útiles.

Pero lo que le interesa a Jesús verdaderamente es dónde está nuestro corazón, cómo vivimos nuestras vidas — nuestra voluntad conformada con la voluntad de Dios, nosotros basando todas nuestras decisiones en la respuesta a la pregunta: "¿Qué haría Jesús?" porque es en él que tenemos vida eterna. "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna."