32º Domingo del Tiempo Ordinario, Año A

Publicado: November 8, 2020

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de San Luis en Camden y la Iglesia del Inmaculado Corazón de María en Magnolia el domingo, 8 de noviembre de 2020.


Obispo Taylor

Tú y yo vivimos en a una de las pocas culturas en que la gente tiene que aguantar ensayos de boda. En otros lugares, ya saben qué hacer y la boda se hace sin problemas. Pero sea necesaria o no, el propósito del ensayo es de hacer que todo esté listo cuando llegue el momento de la boda.

Las bodas en el tiempo de Jesús eran muy distintas a las nuestras. Fueron arregladas por los padres de los novios y fueron precedidas por un tiempo de noviazgo que duraba hasta la pubertad, momento en que el joven y sus padrinos de boda acudían a la casa de la novia para llevarle y sus padres a su casa para la boda. Este es el trasfondo de la parábola en el Evangelio de hoy.

La mayoría de las bodas se llevaban a cabo durante la noche y la tarea principal de las damas de honor era la de iluminar el camino de la procesión de bodas. En el Evangelio de hoy, el novio llegó muy tarde y como adolescentes típicos, la mitad de las damas fueron irresponsables y no llevaron aceite extra.

Jesús nos viene también en los milagros de la vida cotidiana: el nacimiento de un bebé, cada vez que oramos, en los sacramentos que recibimos, en las Escrituras que leemos, en momentos de introspección y descubrimiento, en los momentos de vergüenza y arrepentimiento, en los momentos de miedo y de fe y de esperanza.

Cuando llegó la noticia de que el novio estaba en camino, las cinco damas mal preparadas no podían mantener sus lámparas encendidas por falta de aceite. Así que salieron corriendo a comprar más, pero había dos problemas: 1.) Las tiendas ya estaban cerradas, de modo que tuvieron que despertar al comerciante, lo que causó un gran retraso; y 2) Más importante, su trabajo consistía en iluminar el camino, y — aun en el mejor de los casos — los novios ya habrían atravesado la mayor parte del camino antes de que lo alcanzaran.

Al final resultó que los novios ya habían alcanzado y entrado a la casa del novio antes de la llegada de esas cinco muchachas — la ceremonia de bodas había terminado y el banquete ya estaba en marcha. Y ya que todos los invitados debían llegar en la procesión, los guardias en la puerta ni siquiera las dejaron entrar.

El punto de Jesús es que debemos pensar en el futuro y estar siempre listos para su regreso, porque no sabemos cuándo será. Mateo escribió su Evangelio en los años 80 — 50 años después de la muerte de Jesús — y ya era obvio que su segunda venida no sería tan pronto como se había pensado, y este retraso conllevó el peligro de que la gente empezaría a perder su fervor y por eso no estarían listos cuando por fin llegue.

Pues, ahora ya han pasado 20 siglos desde la muerte de Jesús, y ¡todavía esperamos su regreso! Los creyentes del tiempo de Mateo ya sabían que el regreso de Jesús se había retrasado, pero nadie imaginaba que el retraso duraría por siglos. Pero por otro lado, no debemos olvidar que Jesús viene a nosotros todo el tiempo. Su última, final-del-mundo venida en la gloria para juzgar el mundo todavía está por ocurrir — ¡Bendito sea Dios!

Si el mundo hubiera terminado tan pronto como pensaban los primeros cristianos, tú y yo nunca habríamos nacido y nunca tendríamos la oportunidad de vivir para siempre con Dios en el cielo — ni estar expuestos al riesgo de ir al infierno. ¡Este retraso se debe al amor de Dios hacia nosotros! Así que hay que agradecerle a Dios por este retraso.

¡Nos da la oportunidad de ir al cielo!  Además, hay — antes del regreso definitivo de Jesús — muchas otras venidas del Señor para las cuales debemos estar listos. En efecto, si pasamos por alto estas venidas intermedias, probablemente no estaremos listos tampoco para su venida final. Pero si estamos listos para otras venidas de Jesús, estaremos listos también para su venida en el último día — aun si esa venida final sea al final de nuestra vida o en el día del fin del mundo.

¿Cuándo suceden estas venidas intermedias? ¡Todos los días! Cada vez que nos encontramos con otros seres humanos, nos encontramos con Jesús en disfraz — ya sea que lo reconozcamos o no — ¡y a veces está muy bien disfrazado! La Madre Teresa dijo una vez: entre más repugnante la persona, mejor es el disfraz de Jesús.

Jesús nos viene también en los milagros de la vida cotidiana: el nacimiento de un bebé, cada vez que oramos, en los sacramentos que recibimos, en las Escrituras que leemos, en momentos de introspección y descubrimiento, en los momentos de vergüenza y arrepentimiento, en los momentos de miedo y de fe y de esperanza.

Si mantenemos encendidas nuestras lámparas y abiertos los ojos, estaremos listos para recibir a Jesús cuando nos viene todos los días, lo que incluye también el día de su venida final…y así, como con las vírgenes previsoras en nuestro Evangelio, entraremos con él a la fiesta de bodas para participar plenamente en el banquete celestial que él ha preparado para nosotros.