27º Domingo del Tiempo Ordinario, Año C

Publicado: October 6, 2019

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante una Misa en el Campo en la Parroquia Universitaria de Sto. Tomás de Aquino en Fayetteville y la Iglesia del Beato Stanley Rother en Decatur el domingo, 6 de octubre de 2019.


Obispo Taylor

Muchos de nosotros pensamos, naturalmente, que Dios nos apremiará si somos buenos — decimos: Dios te pague — y nos castigará si somos malos. Es eso que nos enseña el Antiguo Testamento. El domingo pasado Dios amenaza, por el profeta Amos, castigar a los ricos que no ayudan a los pobres. En la primera lectura de hoy, Dios promete rescatar a los pobres de los que los explotan.

Dios pondrá todo en orden — apremiando y castigando — en esta vida y en la que viene. Desgraciadamente, muchos distorsionan este concepto de la justicia de Dios, pensando que pueden hacer que Dios les debe algo, ganar las bendiciones de Dios por ser buenos, merecer el cielo — hacen cosas buenas, pero por motivos egoístas. Son buenos para obligarle a Dios que les diera lo que quieren.

En el Evangelio de hoy, Jesús dice que no funciona así porque nosotros no somos de la misma categoría que Dios, ni contamos con la misma autoridad. Él es el Señor, el dueño, y nosotros somos sus siervos, literalmente sus "esclavos."

Lo único que un maestro le debe a su esclavo es que no le castigue si hace lo que le dice. Si le da algo más, no será por a su justicia sino por su bondad no merecida. Si vamos al cielo, será por la gracia de Dios y no por nuestros propios méritos.

Lo único que un maestro le debe a su esclavo es que no le castigue si hace lo que le dice. Si le da algo más, no será por a su justicia sino por su bondad no merecida. Si vamos al cielo, será por la gracia de Dios y no por nuestros propios méritos.

¿Quién de ustedes, si tiene un siervo ... le dice cuando éste regresa del campo: "Entra ... y ponte a comer"? ¿No le dirá más bien: "Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú"? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación? Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: "No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer".

Jesús sigue enseñando esta verdad en otras parábolas, por ejemplo, los trabajadores de la viña que reciben el mismo pago. Aquellos que trabajaron más recibieron el salario usual — no les hizo ninguna injusticia — mientras los que trabajaron menos recibieron el mismo pago, por a la bondad no merecida del maestro.

Si es así, ¿por qué hacer bien a otros? La razón es que la gracia de Dios sólo hace su efecto cuando nosotros respondamos a ella. Tú tienes servicio eléctrico en tu casa todo el tiempo, pero no hace nada hasta que enchufas el aparato. Si lo enchufas y lo prendas, el resultado será obvio. El aparato hace lo que debe hacer, gracias a la electricidad.

De modo parecido, la gracia de Dios está disponible todo el tiempo, pero no hace su efecto hasta que nos enchufamos en él, abrazando su gracia, su poder y su luz. Y el resultado será obvio porque, como dice Jesús en el Evangelio de hoy, estaremos haciendo lo que teníamos que hacer, capacitado por la gracia de Dios.

Y será por la misma gracia que el Señor nos recibirá en el cielo — debido, a fin de cuentas, no a nuestros méritos, sino ¡sólo a la bondad no merecida de Dios!