16º Domingo del Tiempo Ordinario, Año A

Publicado: July 18, 2020

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de Beato Stanley Rother en Decatur el sábado 18 de julio de 2020.


Obispo Taylor

Ser agricultor es uno de los oficios más duros y necesarios que hay y era aun más duro en los tiempos de Jesús. En esos días, en vez de comprar semillas para sembrar, se apartaban los granos mejores para ser las semillas del año siguiente ... así que sembraban de nuevo una parte del fruto de su trabajo del año previo.

No había químicas para matar la maleza ni tractores: debían desherbar la maleza a mano y labrar la tierra con mulos. En esos días no había aseguranza en caso de sequía, incendios, inundaciones ni tempestades ... ni vandalismo como en el Evangelio de hoy, sabotaje por enemigos que tratan de arruinar la cosecha por plantar semillas de maleza entre el trigo de su vecino.

¿Te has preguntado alguna vez de dónde consiguió ese malvado las semillas de maleza que plantó en el campo de su vecino? ¡No se venden semillas de maleza en la tienda! Debe haber cultivado esa maleza él mismo, el año anterior ... está obvio que tramaba este sabotaje ya desde mucho tiempo. Tuvo que invertir el mismo trabajo en cosechar las semillas de maleza que tuviera que invertir para cosechar granos de trigo bueno.

Dios puede escribir derecho con rayas torcidas, puede convertir a los pecadores más grandes de hoy en los santos más grandes de mañana.

Entonces tuvo que almacenar esas semillas hasta la primavera y luego desperdiciar tiempo que podía haber usado para sembrar sus propios campos. ¡Fíjense cuánto esfuerzo invertía para hacerle daño a su vecino! No fue nada impulsivo — era premeditado. No son premeditados todos los pecados mortales, pero como dijo una vez uno de mis profesores del seminario, ¡no se comete pecados mortales por casualidad!

Requiere energía para cometer los pecados más grandes. El enemigo en el Evangelio de hoy invirtió mucha energía en tratar de hacerle daño a su vecino, ¡mucho más de lo que hubiera necesitado para producir una cosecha abundante para sí mismo!

Y fíjense en la respuesta del granjero sabio: no toma represalias, no trata de destruir por venganza la cosecha de su enemigo, no la prende fuego, no le acusa en la corte. Simplemente intenta limitar el daño lo más que puede, deja estar la maleza para no hacer más daño por un esfuerzo prematuro de erradicar la maleza, lo aguanta hasta la cosecha--entonces separa la maleza del trigo. La cosecha ese año será mucho más trabajo, pero no hay otro remedio.

Claro que Jesús quiere decir que entre sus seguidores hay maleza entre el trigo, aun hoy. Y claro que hay también maleza entre el trigo adentro de cada uno de nosotros. Todos somos pecadores y siempre habrá en la Iglesia hipócritas — ¡como nosotros! Siempre habrá personas que emplean mal su aparente catolicismo por fines egoístas. Y a veces debemos intervenir para arrancar por las raíces la maleza más perniciosa, como con el gran mal de los escándalos de abuso de menores de edad ... pero usualmente — cuando el asunto es menos grave — es más prudente quedarse paciente.

Dios puede escribir derecho con rayas torcidas, puede convertir a los pecadores más grandes de hoy en los santos más grandes de mañana — por ejemplo, San Agustín. Y en todo caso, al fin será él que separará lo bueno de lo malo, no nosotros. Entretanto, siempre tendremos que aguantar una cierta medida de pecaminosidad inevitable, incluso adentro de nosotros mismos.

Como rezamos en la Oración para Serenidad: "Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valentía para cambiar lo que puedo ¡y la sabiduría para saber la diferencia."