15º Domingo del Año A del Tiempo Ordinario

Publicado: July 13, 2014

La siguiente homilía fue predicada en la parroquia de Santa Rosa de Lima de Carlisle el domingo 13 de julio de 2014.

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Obispo Taylor

Cuando estaba en la escuela estaba en un Equipo 4-H para Juzgar la Tierra.  En ese tiempo el Club 4-H se centró en actividades agrícolas.  Los 4 "H" eran "cabeza, corazón, manos y salud" según sus siglas en inglés ("head, heart, hands and health").  Nuestro Equipo para Juzgar la Tierra tenía que determinar: 1) la profundidad de la capa superior del suelo, 2) los tipos de la capa superior del suelo y del subsuelo—marga, barro, arena, rocas, etc., 3) la ladera y el resultado de los patrones de desagüe: ¿estaba demasiado plano para desaguar o demasiado empinado para absorber mucha agua? ¿estaba en una planicie de inundación? ¿Había evidencia de erosión?  El propósito de la clasificación del suelo es para guiar a los agricultores en la selección de cultivos para los cuales la tierra es más adecuada.

En el Evangelio de Hoy Jesús relata la historia de un hombre que necesita hablar con su agente de extensión del condado.  Él está plantando semillas en tierra que no es adecuada: al borde del camino, suelo pedregoso, suelo lleno de espinas.  Él no juzga la tierra antes de plantar: la tierra se juzgará a sí misma por si produce o no y cuánto.  Eso es lo que hace Jesús.  Él esparce las semillas de la Palabra de Dios en todos los lugares sin distinción alguna, esperando que por lo menos algunas de ellas den fruto. 

Ya que nuestros corazones son el suelo donde el Señor planta su Palabra, es importante que juzguemos la tierra de nuestro interior: ¿cuál es el estado de nuestra alma? ¿qué obstáculos necesitamos remover para que la palabra de Dios pueda arraigarse en nosotros, crecer constantemente y finalmente producir una cosecha abundante?  En el Evangelio de hoy Jesús se refiere a los tres obstáculos: superficialidad, cobardía y materialismo. 

Esto significa que debemos penetrar el suelo endurecido de la resistencia que produce superficialidad en vez de entendimiento

Superficialidad:Las semillas que cayeron al borde del camino no pudieron penetrar la superficie del suelo endurecido, así que nunca brotaron y los pájaros las arrebataron.  Jesús quiere decir que a menos que vivamos la fe de una manera más-que-superficial, los depredadores religiosos vendrán y arrebatarán “lo que había sido sembrado en nuestros corazones”.  ¡Esto es lo que le ha pasado a mucha gente en nuestra propia vida!  Si no conocemos lo que creemos, no sabremos cómo responderle a aquellos que tratan de alejarnos de nuestra fe.  La ignorancia culpable es dejar de vivir de acuerdo a lo que conocíamos porque simplemente no nos importa.  Dicha superficialidad tiene consecuencias eternas: los pájaros las comieron. 

Cobardía:las semillas que cayeron en el suelo pedregoso penetraron la superficie pero no pudieron echar raíces y así que se quemaron con el calor del día—no tenían una fuente de fortaleza a dónde recurrir en tiempo de crisis.  Jesús dice: “no la deja echar raíces, porque es inconstante”.  La vida nos exigirá en algún tiempo más valentía de la que tenemos nosotros mismos solos.  La apatía culpable es dejar de desarrollar la fortaleza espiritual que deberíamos haber desarrollado porque el ser virtuoso simplemente no es tan importante para nosotros.  Dicha cobardía tiene consecuencias eternas: “en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe”.

Materialismo: las semillas que cayeron entre las espinas no podían competir con todas esas espinas y pues no dieron fruto.  De la misma manera, la semilla de la palabra de Dios no crecerá en nosotros si tiene que competir por nuestra atención con todas las exigencias y seducciones de este mundo—a lo que Jesús llama “las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas” que ahogan la palabra de Dios y nos dejan espiritualmente estériles.  De acuerdo a Jesús, una de las espinas más peligrosas en el jardín del alma humana es el materialismo: la seducción de las riquezas, que invariablemente ahogan la cosecha de la bondad que Dios quiere que produzcamos.

Pero gracias a Dios, algunas de estas semillas caen en tierra fértil, la cual representa “el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".  Ya que la tierra se juzga a sí misma por si produce o no y cuánto, nos corresponde a nosotros hacer todo lo que está en nuestro poder para cultivar la tierra de nuestro jardín interior para que podamos producir para el Señor la cosecha más abundante posible.  Esto significa que debemos penetrar el suelo endurecido de la resistencia que produce superficialidad en vez de entendimiento.  Debemos limpiar nuestro jardín interior de las rocas de la apatía que obstruyen acceso a la fortaleza y valentía que tanto necesitamos si vamos a ser valientes en tiempos de prueba.  Y debemos arrancar las espinas del materialismo y de las preocupaciones del mundo que de otro modo ahogarán la cosecha que hemos producido.  El Señor ha plantado su palabra en nuestro corazón.  Si tú preparas la tierra, producirá abundantemente—pero si no lo haces, no producirá.  Y tú serás juzgado como corresponde.