Próximos días santos no son ordinarios

Publicado: May 27, 2016

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Podemos estar llegando al final del mayor tiempo litúrgico del año litúrgico, pero varios días santos al final del Tiempo de Pascua y del comienzo del Tiempo Ordinario comprueban que estos meses son todo, menos ordinarios. Siete de estos días santos especiales, conocidos como solemnidades, se llevan a cabo hasta finales de junio. Estos incluyen: la Ascensión del Señor; Domingo de Pentecostés; la Santísima Trinidad; el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo; el Sagrado Corazón de Jesús, la Natividad de San Juan el Bautista; y San Pedro y San Pablo, Apóstoles.

Una solemnidad honra eventos, creencias y personas de gran importancia en nuestra historia de salvación a través de Jesucristo. Sostiene el más alto rango entre las celebraciones en el calendario litúrgico. Algunas están fijas, lo que significa que siempre caen en la misma fecha, como la Navidad, pero otras son movibles, lo cual significa que sus fechas están basadas en la fecha de la Pascua.

De las solemnidades mencionadas aquí sólo la Natividad de San Juan el Bautista y la solemnidad de San Pedro y San Pablo, Apóstoles son fijas. Las demás son movibles, así que sus fechas cambian cada año.

Aunque las solemnidades son los días santos más importantes, no todas son días santos de obligación. Los católicos siempre están obligados a asistir a Misa los domingos, pero las solemnidades que caen en otros días de la semana no son días santos de obligación.

Aparte de las solemnidades, muchos días santos de menor importancia, conocidos como festividades y memoriales se celebran a lo largo del año litúrgico. Nos ayudan a recordar a los santos que sirven como ejemplos de vida cristiana.

Ascensión del Señor

La Ascensión del Señor celebra la ascensión de Jesús al cielo y su regreso glorioso a la derecha del Padre. Ocurrió 40 días después de su resurrección de la muerte. Este año, el Jueves de la Ascensión es el 5 de mayo. Sin embargo, en la mayoría de las provincias y diócesis en los Estados Unidos, incluyendo la Diócesis de Little Rock, esta fiesta será celebrada el domingo, 8 de mayo.

“La elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, ‘no penetró en un Santuario hecho por mano de hombre… sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro’.

“En el cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. ‘De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor’. Como ‘Sumo Sacerdote de los bienes futuros’, es el centro y el oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los cielos” (Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 662).

Fue la ascensión de Cristo lo que hizo posible el Pentecostés. “Les conviene que yo me vaya, porque mientras yo no me vaya el Espíritu Santo no vendrá a ustedes”, Jesús dijo a sus discípulos (Juan 16,7). “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” (Mateo 28,20).

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Pentecostés

Pentecostés da conclusión al Tiempo de Pascua, lo cual conduce al Tiempo Ordinario. Es considerado el nacimiento de la Iglesia, porque fue en este día, que el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles y los llenó con los dones que necesitaban para guiar la Iglesia. Este evento se llevó a cabo 10 días después de que Jesús ascendió al cielo y prometió enviar al Protector. Este año, el Domingo de Pentecostés se celebra el 15 de mayo.

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran” (Hechos 2, 1-4).

De acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica, el Pentecostés instituyó el “tiempo de la Iglesia, durante el cual Cristo manifiesta, hace presente y comunica su obra de salvación mediante la Liturgia de su Iglesia, ‘hasta que él venga’. 

“Durante este tiempo de la Iglesia, Cristo vive y actúa en su Iglesia y con ella ya de una manera nueva, la propia de este tiempo nuevo. Actúa por los sacramentos; esto es lo que la Tradición común de Oriente y Occidente llama ‘la Economía sacramental’; esta consiste en la comunicación (o ‘dispensación’) de los frutos del Misterio pascual de Cristo en la celebración de la liturgia ‘sacramental’ de la Iglesia” (Núm. 1076).

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Santísima Trinidad

Este año, la Santísima Trinidad se celebra el domingo, 22 de mayo. Resalta nuestro Dios Trino; tres Personas en una: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

“El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina.

“Es la enseñanza más fundamental y esencial en la ‘jerarquía de las verdades de fe’. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ‘se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo’” (catecismo, Núm. 234).

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Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Este año, el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo se celebra el domingo, 29 de mayo. También conocido como Corpus Christi, esta fiesta honra la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía, la cual es la “fuente y culmen de toda la vida cristiana” (catecismo, Núm. 1324).

Cristo está presente de muchas maneras en la Iglesia, pero su presencia en la Eucaristía es única. En la Eucaristía, Jesús está presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Se le llama la “presencia real” porque Jesús está verdaderamente presente “por excelencia”.

Él “se hace totalmente presente” en el pan y el vino. Esto “eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella ‘como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos’” (catecismo, Núm. 1373-74).

Celebrar este día puede incluir procesiones de la Eucaristía adentro y alrededor de la iglesia o a través de las calles de la ciudad. Muchas parroquias también tienen Adoración Eucarística con la bendición del Santísimo Sacramento o la Letanía de la Preciosísima Sangre.

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Sagrado Corazón de Jesús

Este año, el Sagrado Corazón de Jesús se celebra el viernes, 3 de junio. No es un día santo de obligación. Aunque la devoción al Sagrado Corazón de Jesús data desde hace muchos siglos, no se celebró universalmente en la Iglesia hasta 1856 cuando el Papa Pio IX lo hizo una solemnidad.

Siempre se celebra después de la octava de Corpus Christi o 19 días después del Domingo de Pentecostés. El Sagrado Corazón de Jesús representa su amor divino por la humanidad, manifestado palpablemente por el sacrificio de su vida por nuestros pecados.

“Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: ‘El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí’. Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación, ‘es considerado como el principal indicador y símbolo [...] de aquel amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres’” (catecismo, Núm. 478).

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús aumentó después de las apariciones de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque, la cual incluyó instrucciones sobre una novena y promesas de Jesús para aquellos que honran su corazón. Las oraciones especiales de consagración, meditación y letanías ofrecen maneras para celebrar esta devoción.

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Natividad de San Juan el Bautista

Este año, la Natividad de San Juan el Bautista se celebra el viernes, 24 de junio. No es un día santo de obligación. Desde el momento de la concepción, se estableció una relación entre Jesús y Juan.

Un ángel se le apareció al anciano Zacarías y le dijo que su esposa, Isabel, quien no podía tener hijos, daría a luz un hijo a quien llamaría Juan. “Estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre. Por medio de él muchos hijos de Israel volverán al Señor, su Dios" (Lucas 1, 5-25).

Las predicciones del ángel comenzaron a cumplirse a tan sólo unos cuantos meses después de que María visitó a su prima, Isabel. Después de recibir una visita similar del Ángel Gabriel quien le había explicado que el Espíritu Santo vendría sobre ella y que ella concebiría un Hijo a quien llamaría Jesús, María fue a ayudar a Isabel quien ya estaba en su sexto mes de embarazo.

Una vez escuchando el saludo de María, Juan saltó en el seno de su madre, anunciando la venida del Señor. “¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?  Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas”, Isabel dijo (Lucas 1, 43-44).

Como adulto, Juan se convirtió en un profeta que dedicó su vida a preparar el camino para Jesús. Él dijo a aquellos que le seguían: “Yo los bautizo con el agua, y es el camino a la conversión. Pero después de mí viene uno con mucho más poder que yo. Yo ni siquiera merezco llevarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y el fuego” (Mateo 3, 11-12).

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San Pedro y San Pablo, Apóstoles

Este año, San Pedro y San Pablo, Apóstoles se celebran el miércoles, 29 de junio. No es un día santo de obligación. La tradición de honrar a estos santos el mismo día data desde la Iglesia primitiva.

“Ambos apóstoles comparten el mismo día de fiesta, porque estos dos fueron uno, y aun cuando ellos sufrieron en días diferentes, ellos fueron como uno solo. Pedro se fue primero, y Pablo lo siguió. Y por eso nosotros celebramos ese día hecho santo para nosotros por la sangre de los apóstoles. Abracemos lo que ellos creyeron, sus vidas, sus trabajos, sus sufrimientos, sus enseñanzas y su confesión de fe” — San Agustín de Hipona en 395 d.C.

De acuerdo a la tradición, San Pedro sintió que no era digno de morir en la misma manera como Jesús, así que los romanos, entonces, crucificaron a Pedro boca abajo, con su cabeza apuntando hacia abajo.

Las pequeñas cruces invertidas en el escudo de armas de la Diócesis de Little Rock rinden tributo a la manera en que fue martirizado.

Jesús eligió a Pedro para guiar su Iglesia. “Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo” (Mateo 16, 18-19).

A diferencia de San Pedro, San Pablo se convirtió en seguidor de Jesús sólo después de su muerte y resurrección. De hecho, él persiguió a los cristianos hasta que tuvo un encuentro con Jesús en camino a Damasco. Su conversión cambió su vida. Fue conocido como el Apóstol de los Gentiles y dedicó el resto de su vida a propagar el Evangelio de Cristo.

“En cuanto a mí, estoy a punto de sacrificar mi vida y se acerca el momento de mi partida. He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado lo que me confiaron. Solo me queda recibir la corona de toda vida santa con la que me premiará aquel día el Señor, juez justo; y conmigo la recibirán todos los que anhelaron su venida gloriosa” (2ª Timoteo 4, 6-8). Ya que Pablo era un ciudadano romano, fue decapitado por las autoridades romanas.

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