El crecer en fe nos abre al desafío

Publicado: June 15, 2013

Este es el 9º artículo de una serie de catorce

Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock

"¿A dónde escaparía de tu espíritu? ¿Dónde me escondería de tu presencia?" El autor del Salmo 139 expresaba una profunda comprensión de que la propia presencia de Dios es permanente, firme e incluso insistente, en nuestras vidas. El poeta Francis Thompson, de finales del siglo XIX, escribió "El Sabueso del cielo" con la misma consciencia de la persecución incansable de cada persona por parte de Dios.

La fe, por tanto, parecería como una respuesta automática a un Dios poderoso, creativo y persistente. Y sin embargo, algunos responden solamente a media tinta y otros optan por rechazar de plano la iniciativa de Dios. Incluso quienes tienen una relación con Dios no siempre experimentan su persecución, o siquiera su presencia divina constante. Las Escrituras revelan que esto siempre ha sido así.

La historia de Job, "hombre inocente y justo" es quizá el ejemplo más obvio del conocimiento intelectual de la presencia de Dios sin sentir esa misma presencia en las situaciones de la propia vida diaria. En circunstancias indudablemente amargas, Job ciertamente no siente la persecución de Dios y ha perdido la evidencia externa de sus bendiciones. Sus amigos empeoran la situación asumiendo que Dios está castigando a Job y luego buscando sin cesar la razón de tal castigo. La amargura y el resentimiento serían comprensibles, pero Job permanece fiel.

Siglos más tarde, Jesús les diría a sus seguidores que estuvieran preparados para el tipo de tribulación que se contiene en la historia de Job. Los zorros con sus guaridas y las aves con sus nidos aparentemente van a tener mejor vida que los seguidores de Jesús (Mateo 8,18-22). La abnegación y el llevar la cruz serán parte del camino (Marcos 8,34-35). Incluso ser odiado y perseguido por los demás podría ser parte de la experiencia (Juan 15,18-25).

Aunque hay muchas historias de encuentros con lo divino que ilustran el poder de Dios de sacar a la gente de la desesperación, restaurar su dignidad y ofrecer liberación de las muchas formas de esclavitud existentes, no cabe duda de que una vida de fe vendrá acompañada de una amplia gama de conflicto y sacrificio. Tal es la naturaleza de la existencia humana.

¿Crecemos como personas de fe en respuesta a tales tribulaciones? Una muestra de historias bíblicas dan ejemplos de algunos de los obstáculos que nos impiden experimentar la plenitud de la vida de Dios.

Considera la historia del hombre fiel que se siente atraído por las enseñanzas de Jesús y se pregunta qué más puede hacer para heredar la vida eterna (ver Mateo 19,16-30; Marcos 10,17-31, Lucas 18,18-23). Cuando se le dice que venda sus posesiones y distribuya sus ganancias entre los pobres, quizá podamos simpatizar con su triste partida.

A veces el costo de responder a Dios parece manejable hasta que entendemos que una respuesta inicial no es lo mismo que el seguimiento, y que el seguimiento exige más de lo que quizá estemos preparados a dar. El obstáculo del joven rico de pasar a un discipulado más profundo se puede encontrar en su relación con sus posesiones.

En Juan 8,1-11, encontramos la historia de la mujer sorprendida en adulterio y los fariseos que la llevan a su condena. Cuando se pone a prueba su respuesta a este quebrantamiento de la ley mosaica, Jesús simplemente indica que los que estén libres de pecado pueden tirar la primera piedra que administre el castigo. Como respuesta, la mujer fue perdonada y los hombres se alejaron. ¿Perdieron la oportunidad de conversión a causa de su auto-justificación o su orgullo, o ambos?

Jesús contó la historia de un siervo con deudas cuya súplica de perdón conmovió al dueño y lo movió a perdonar el préstamo (Mateo 18,21-35). Cuando a ese mismo siervo se le acercó otro hombre que tenía deuda con él, no hubo ofrecimiento de perdón: ¡a cambio, una sentencia de cárcel! El pedir la restitución total puso un obstáculo a la profundización en la valoración de las cosas de Dios.

Cuando Jesús pasó por una aldea samaritana, diez leprosos le pidieron compasión (Lucas 17,11-18). Los envió a los sacerdotes y, de camino, se vieron limpios de su enfermedad. Cuando solamente uno regresó a Jesús agradecido y glorificando a Dios, Jesús proclamó que éste se había salvado y se preguntó por qué no habían regresado los otros nueve. Podemos preguntarnos si la falta de gratitud por la obra de Dios en sus vidas les impidió experimentar una curación aún más profunda.

El compromiso a crecer en fe exige que abracemos las cosas de Dios; cosas como la gratitud, la compasión hacia los demás, y la búsqueda de perdón. También exige que nos liberemos de las cosas que no son de Dios; cosas como el orgullo, el egoísmo, el resentimiento y todo lo que nos impide profundizar más en nuestra vida con Dios.

Preguntas para la reflexión y discusión
  • ¿Qué pasajes bíblicos le vienen a la mente cuando considera las dificultades de responder a Dios en toda circunstancia?
  • ¿Cómo le animan las historias de fe en la Biblia y de personas a su alrededor para continuar respondiendo a Dios en fe?
  • ¿Qué tipos de actitudes o conductas son importantes en su peregrinación de fe?
  • Al considerar el curso de su vida de fe, ¿en qué momentos le ha movido el sentido de la presencia o ausencia de Dios a buscar más profundamente alguna otra dirección?

 

Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 15 de junio de 2013. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.