Dios encontró a Moisés en las circunstancias ordinarias de la vida

Publicado: February 9, 2013

Este es el 5º artículo de una serie de catorce

Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock

Muchos de nosotros tenemos en la mente una imagen de Moisés que se parece más a Charleston Heston en pantalla que al que se moldea en el relato bíblico que se encuentra en Éxodo. Somos un pueblo cuya imaginación a veces está más en sintonía con Hollywood que con la gran historia de la salvación. ¿Quién es este Moisés que atrae el foco de la historia principal del Antiguo Testamento? Y ¿por qué son los acontecimientos que le rodean tan importantes para nosotros en el siglo XXI?

Su nacimiento e infancia ocupan solamente diez versos (Éxodo 2,1-10). Era un niño cuya madre y hermana se habían enterado de los planes diabólicos del Faraón de matar a los niños hebreos. Ellas lo escondieron astutamente en un cesto que flotaba a las orillas del Nilo. Fue el niño que después sería protegido del mal por la hija del Faraón, que sacó al niño del agua y lo crió en la corte real de Egipto.

Es el Moisés adulto quien nos llama la atención en este Año de la Fe. La primera escena de su edada adulta (2,11-22) lo encuentra atacando de muerte a un cruel capataz de esclavos que estaba maltratando a uno de los hebreos. Con la muerte del capataz egipcio, Moisés se convierte en prófugo de la justicia, dispuesto a refugiarse en tierra extraña.

En el desierto de Midián se hace amigo de un sacerdote pastor, se casa con una de sus hijas y empieza a asentarse en una vida familiar. Moisés pasa sus días en la rutina ordinaria de cuidar un rebaño de ovejas. Caminaría por el desierto con ellas buscando signos de agua y zonas de sombra al pie de colinas rocosas y montañas. ¡Nunca se hubiera imaginado una zarza ardiente sin consumirse o un encuentro divino que lo consumiría!

Antes de esa escena famosa leemos: "Los israelitas gemían en su esclavitud y clamaban, y desde su esclavitud, su grito de auxilio subió a Dios. Dios escuchó su gemido y recordó su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Dios vio a los israelitas, y Dios supo…" (2,23b-24). Esta es la primera vez que escuchamos un lamento público de los oprimidos. Al expresar su dolor, de alguna manera están reconociendo que son impotentes. Al mismo tiempo, reconocen que Dios puede obrar poderosamente a favor de ellos. Y de hecho, Dios así lo hace.

Aquí es donde empezamos a ver que el Dios de la zarza ardiente, el Dios de Israel, es distinto de otros supuestos dioses. El Dios de Israel no puede ser sobornado y no es sordo a la necesidad humana. El Dios de Israel, en contraste con el propio Faraón, alivia el dolor en lugar de ahondarlo. El Dios de Israel "vio" y "supo" que sufrían. Este conocer divino no se trata de reunir información; más bien es un compartir íntimo de la experiencia del dolor. Cuando escuchamos que Dios recuerda la alianza, o que recuerda a Israel, no quiere decir que de alguna manera, Dios los había olvidado.

La manera de ver y conocer de Dios nos indica que Dios renueva con fervor el compromiso de estar con ellos. Dios utiliza su desgarrada apertura para comenzar a transformar su situación y a transformarlos personalmente. Y Dios utiliza a un hombre corriente, Moisés, para comenzar su trabajo.

El encuentro de Moisés con lo divino no ocurrió de manera convencional o en un lugar predecible. No viajó a un lugar santo a buscar el encuentro. Estaba haciendo algo bien mundano — cuidar de sus ovejas — y Dios vino a buscarle.
Moisés no era un hombre excepcional. Pero era atento, abierto y curioso. Prestaba atención a su entorno, vio un momento de oportunidad y el suelo que pisaba se hizo sagrado. Se hizo sagrado porque es ahí donde se encontró con Dios. Se hizo sagrado porque, después de algo de duda — de hecho, cinco objecciones — respondió a Dios en ese lugar con la palabra hebrea "Hineni", que significa "Aquí estoy" (3,4).

En este Año de la Fe tenemos la misma oportunidad que tuvo Moisés. Podemos seguir en la rutina de nuestras vidas, pero hacerlo con una atención que nos ayude a reconocer la presencia de Dios. Podemos estar dispuestos a dejar la rutina cuando se nos invita e incluso se nos urge a hacer algo extraordinario en respuesta a Dios.

Preguntas para la reflexión y discusión
  • ¿Cuáles son algunas de las palabras descriptivas que te vienen a la mente al pensar en Moisés?
  • ¿Qué experiencias o conocimientod e opresión te ayudan a comprender la importancia de la respuesta de Dios a los esclavos hebreos (Éxodo 2,23-24; 3,7-9)?
  • ¿Cómo podría la experiencia de infancia temprana haber influido en Moisés en su primera respuesta a la orden de Dios de ir al Faraón y sacar a los hebreos de Egipto? (Éxodo 3,7—4,18)?
  • ¿Qué puedes hacer para hacerte más atento a las zarzas ardientes que Dios podría estar poniendo en tu camino?

 

Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 9 de febrero de 2013. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.