Abraham y Sara nos enseñan a seguir a Dios

Publicado: June 18, 2011

Este es el primer artículo de una serie de trece

Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock

Según la mayoría de los cálculos, la Biblia contiene referencias sobre siete mil personas. De estas, hay cientos llamadas por su nombre. Todas ellas son parte de nuestra historia de salvación.

Cuando nos tomamos el tiempo de revisitar a nuestros antepasados en la fe, a menudo salimos con nuevas perspectivas sobre el pasado así como sobre nosotros mismos. Hay una gran abundancia de historias que ilustran los temas de la naturaleza humana en todas las generaciones; son temas centrados en heridas y el perdón, logros y fracasos, ambición y lujuria, así como generosidad y compasión. Estos hilos comunes a menudo nos abren la puerta para pasar a un encuentro con Dios que entra en la situación humana. También es un paso a la búsqueda de compañeros en nuestra peregrinación espiritual.

Lo que exploramos en esta serie es el tema del acompañamiento y el testimonio fiel, un tema que el autor de Hebreos nos presenta bien. En lo que se entiende mejor como sermón, revisa la historia de Israel para demostrar la constancia de Dios y el cumplimiento de la expectativas en la persona de Jesús, el gran Sumo Sacerdote.

Después de mirar el ejemplo de fe en las vidas de los líderes Israelitas, leemos estas palabras de ánimo: "Por tanto, como estamos envueltos en una gran nube de testigos, librémonos de toda carga y pecado a la que estamos sujetos y perseveremos en la carrera ante nosotros, fijando nuestra vista en Jesús, el líder y perfeccionador de la fe" (Hebreos 12,1-2a).

Y por tanto, consideramos a algunas de esas personas cuyas vidas dan testimonio de Dios y de lo que significa ser discípulos. No llevaron vidas moral o espiritualmente perfectas, pero son genuinamente humanos en sus respuestas a Dios. El mejor lugar para comenzar es encontrarnos con Abraham y Sara, los padres de nuestra fe, cuya historia se encuentra hacia el final de Génesis 11.

Como núcleo de su identidad, Abraham era un nómada que viajaba a través de la región de la Ribera Fértil durante toda su vida. Es el área asociada hoy con el Oriente Medio que incluye partes de Irak, Siria, Líbano, Jordania, Palestina, Israel, y pequeños territorios de Turquía e Irán. Las tierras pantanosas fértiles en su tiempo entre el Tigris y el Eúfrates se han secado en el curso de los siglos, pero la fe de estos pueblos de la antigüedad continúa dando frutos.

A Abraham se le recuerda por dos cosas que demostraron que era un hombre obediente y de fe. El primer lugar, se le conoce como un hombre anciano ya a quien Dios le pidió que confiase en su promesa y su guía. Junto con su esposa Sara, fue llamado a dejar lo conocido por lo desconocido y a confiar en que su infertilidad se tornara en una gran descendencia (Génesis 12,1-5; 15,2-6). En segundo lugar, se le conoce como el patriarca dispuesto a sacrificar a su hijo prometido, Isaac (Génesis 22,1-8).

Sara también es conocida por dos cosas. En primer lugar, está dispuesta a creer en la promesa de Dios de un hijo en su ancianidad, pero también es impaciente para esperar (Génesis 16,1-2; 18,1-15) De todas maneras, sus acciones demuestran creatividad y determinación. En segundo lugar, aunque al principio está dispuesta a aceptar un hijo adoptivo a través de su sirvienta, Hagar, más tarde tiene su propio hijo, Isaac, y trata a Hagar y al niño Ismael con una envidia amarga (Génesis 16,4-10; 21,9-21).

Quizá no se recuerde tan frecuentemente el hecho de que dos veces se dice de Abraham que hizo pasar a su propia esposa, Sara, como hermana suya (Génesis 12,10-20; 20,1-18). La entregó a los dominadores enemigos para que las cosas fueran bien para él para viajar por su territorio. Este acto de cobardía demuestra que incluso este gran padre de la fe puede ceder a intereses egoístas.

Sin embargo, este hombre también parece haber tenido una fuerte consciencia de la naturaleza de divina y de la naturaleza humana. Cuando Sodoma y Gomorra estaban al borde de un bien merecido castigo por sus pecados (Génesis 18–19) Abraham ruega por unas ciudades recordadas por los profetas como ciudades inmorales (Jeremías 23,14), sin justicia social (Isaías 1,9-10) y con descuido total de los pobres (Ezequiel 16,46-51), aún así Abraham se atrevió a interceder por ellas ante Dios. En una reciente audiencia el Papa Benedicto XVI, dijo que Abraham, "tocó a la puerta del corazón de Dios" sabiendo que encontraría misericordia para el inocente.

Abraham y Sara eran seres humanos sencillos que respondieron a Dios, incluso si a veces de una manera imperfecta. Lo que a cada uno le faltaba, se compensaba por su caminar valeroso "hacia donde el Señor los enviaba" (Génesis 12,4).

Preguntas para la reflexión y discusión
  • ¿Qué papel han jugado otras personas de fe en tu propio camino espiritual? ¿Quién ha sido de ayuda para ti?
  • Cuando consideras el mundo antiguo y los personajes bíblicos de quien aprendemos en la Escritura, ¿por qué piensas que sus historias aún tienen eco en nosotros, a pesar de que vivimos en un tiempo y lugar distintos?
  • ¿Con qué elementos en la historia de Abraham y Sara estás más familiarizado? ¿Qué efecto tienen estos elementos en tu impresión sobre estos antepasados espirituales?
  • ¿Qué acontecimientos en la vida de Abraham y Sara resuenan en tus propias experiencias? ¿Qué características muestran que te gustaría ver aumentar en tu propia vida?

 

Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 18 de junio de 2011. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.