27º Domingo del Año A del Tiempo Ordinario

Publicado: October 4, 2014

Obispo Anthony B. Taylor predicada la siguiente homilía en Ermita Little Portion de Berryville el sábado 4 de octubre de 2014 y la Misa en el Campo en la parroquia de Universitaria de Santo Tomás de Aquino de Fayetteville el domingo 5 de octubre de 2014.


Obispo Taylor

En el Evangelio de hoy tenemos la parábola famosa de Jesús de los Viñadores Malvados, que aparece en todas los 3 Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y de la cual ustedes ya han escuchado, sin duda, muchas homilías.  Un hombre planta una viña, lo alquila a unos arrendatarios que luego se niegan a dar al propietario su parte de la cosecha.  Golpean y matan a 2 delegaciones de sus agentes de recaudación, y finalmente asesinan al hijo del propietario, engañándose a sí mismos, pensando que de esta manera podrían tomar posesión de la viña por sí mismos. 

Este es un mensaje aleccionador para nosotros que hoy trabajamos en la viña del Señor —sea en la vida religiosa o en la vida de nuestra familia o como jóvenes.  ¿Producimos para el Señor lo que nos pide?  ¿O somos renegados como esos viñadores malvados?  ¿Para quién y para qué vivimos?   ¿Para nosotros mismos o para el Señor?  ¿Cuya voluntad es primero en nuestra vida—nuestra propia voluntad o la voluntad del Señor?  Siempre les advierto a los jóvenes que cuando la gente les preguntan “¿qué es lo que quieres hacer con tu vida?” que esta es la pregunta equivocada.  La pregunta correcta es: “¿qué quiere Dios que hagas con tu vida?”  y la respuesta a esa pregunta es la única respuesta que realmente conduce a la felicidad, porque es sólo entonces que vives por algo más grande que tú mismo.

Yo encuentro la triste realidad en mi vida que es a veces un gran reto hacer la voluntad de Dios, porque yo soy un pecador.  Intento hacer lo que quiere Jesús, pero sucede a menudo que me tropieza mi propia voluntad.  A veces lo que el Señor pide a mi es duro y siento un fuerte deseo de evitar de tener que hacer lo que sé es lo correcto porque también sé que será difícil y doloroso.  Pero ¿no es cierto que Jesús dijo: “toma tu cruz y sígueme?”  En otras palabras, para hacer la voluntad de Dios, es preciso morir a nosotros mismos.  Y eso puede ser la fuente de gran ansiedad a menos que nuestra vida esté arraigada en una relación viva y vivificante con Jesús.

Todos tenemos algún área de profunda debilidad personal que es la fuente de una ansiedad insegura que nos pesa, y podemos hacer como que no está allí, pero sí existe a pesar de nuestro intento de negarlo

Esto comienza con un encuentro personal con la misericordia de Jesús que toca y sana los rincones más hondos y más oscuros de nuestro corazón, lo que luego necesariamente nos impulsa a compartir agradecidos con otros el don que hemos recibido que tanto nos ha cambiado, capacitándonos espiritualmente y sanándonos interiormente.   ¿Hay algún rincón oscuro en tu alma que todavía alberga cosas que todavía no te sientes listo para llevarlas al Señor  para ser sanados y perdonados—tal vez porque no te sientes listo para enfrentarlas por ti mismo?  ¿Admitirlas a ti mismo?  Todos tenemos algún área de profunda debilidad personal que es la fuente de una ansiedad insegura que nos pesa, y podemos hacer como que no está allí, pero sí existe a pesar de nuestro intento de negarlo. 

Mis hermanos y hermanas, lo creas o no, ¡esa herida es un don!  Ese lugar doloroso es un don porque ese agujero en tu corazón puede ser la abertura a través de la cual Jesús pueda entrar tu vida y morar en tu corazón de una manera mucho más profunda que nunca.  No donde somos fuertes, sino más bien donde somos débiles.  Porque allí es donde somos más vulnerables.  Allí es donde no se puede negar lo mucho que lo necesitamos, lo mucho que no lo podemos hacer por nosotros mismos, por nuestra cuenta.

San Pablo captura esto muy bien en la Segunda Lectura de hoy, donde escribe: “No se inquieten por nada; más bien presenten en toda oración sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud.  Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.”